martes, 28 de enero de 2020

Unas notas sobre "Bolo"

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Bolo es el gentilicio familiar. con que somos designados todos los toledanos; así nos llaman las provincias limítrofes a Toledo: la provincia del bolo. .

Pero a pesar de la difusión del término, no se recoge en ningún diccionario esta acepción. a excepción del Diccionario Manual e Ilustrado' de la Real Academia E.\paí1o/a, edición del año 1989. coordinado por Alonso Zamora Vicente. 

Si existe algún apodo para referirse a los toledanos fuera de nuestra ciudad ese es el de «bolo». Pero en este caso tampoco hay acuerdo sobre el origen de este adjetivo que se ha usado durante generaciones y generaciones. 

Y es que tal y como es usado en Toledo presenta connotaciones cariñosas porque un toledano nunca usaría para insultar el término «bolo» y así, expresiones como, «si bolo», «no bolo», «anda bolo», «tontolbolo», o «qué bolo eres» forman parte de nuestro lenguaje y son una seña de identidad de los toledanos.





Según cuenta en su web tasioeldetoledo, una de las explicaciones nás antiguas data del siglo VI, concretamente el año 589. En este año se celebró el III Concilio de Toledo, en él el rey Recaredo abjuró públicamente del arrianismo para reconocer a la iglesia católica. Al tomar juramento al rey, se le formuló una pregunta que era algo así como «Queréis abrazar la verdadera fe católica,». 

La respuesta del Rey fue: «Ego volo» (= sí, quiero). Una de las teorías más aceptadas se remonta al siglo XIV, cuando el arzobispo de Toledo Gil Álvarez de Albornoz fundó el Real Colegio Mayor de San Clemente de los Españoles en Bolonia, Italia. 

Algunos toledanos se iban a estudiar allí, dada la relación del arzobispo con la ciudad, y al regresar a Toledo, se les denominaba «bolos», por Bolonia. Otra de las explicaciones de esta expresión está relacionada con los aceros toledanos. 

Los armeros toledanos se surtían de aceros producidos en acerías vascas. Las muestras de ese producto eran unas bolas de acero al carbono que en la jerga siderúrgica se denominaban «bolos». Así, los vascos se referían a Toledo como «la provincia de los bolos». Pasando la asignación a sus habitantes.

El vocablo es general de los hablantes de la provincia; pero también se registra en pueblos de la provincia de Ciudad Real, que lingüísticamente hablando son toledanos: Retuerta del Bullaque, Navas de Estena, Horcajo de los Montes y Anchuras. 

Rica es la variedad de tonos con que cuenta este significante, muchas veces dependiendo del contexto y la entonación: ¡Qué bolo.'; tonto el bolo (tonto en grado superlativo, sin remisión); cacho bolo (crédulo); ¡"que no, holo:' (réplica o corrección); ¡"que sí, bolo.' (reafirmando o reca1cación cariñosa de una aseveración). 

Las frases o construcciones verbales, asimismo, son abundantes: ¡Será hola.'; tocarse e/ holo (vaguear, zanganear); ser mas bolo que Anchuras; ser más bolo que Bias o bolo B/as; ¡tócate el bolo.' (fastídiate); meter el halo (no hacer trabajo que corresponde a uno mismo. cargándoselo a otro): estarse con el bolo colgando (frase que denota desidia o torpeza); ¡me vas a tocar el bolo.' (me vas a fastidiar); Jlevar el hola entre las patas (ser un vago o un gandul); ¡no mejodas, no seas bolo! 

En cuanto a los adjetivos podemos encontrar bolazo, balón, bolonazo (con un marcado carácter de grado superlativo). Las mujeres siempre son más eufemísticas y utilizan el afectivo bolis. 

En el repaso histórico el Diccionario de Autoridades del siglo XVIII recoge las expresiones: dar bolo. ser halo. y dice así: «en el juego de las cargadas (juego de 36 naipes, en que el que no hace haza es bolo y pierde, y cuando todos los que juegan hacen bazas, el que tiene más, por estar cargado de ellas, pierde también) dar hola es hacer uno todas las bazas, y ser bolo es quedarse sin hacer alguna, mediante lo cual pierde calidad. que se paga aparte, y también el juegü».

 En el siglo XVII Gonzalo Correas en el Vocahulario de refranes yf;'ases proverbiales, y en la Picara Justina, del licenciado Francisco de Úbeda, se recoge la siguiente frase: «holos son diablos, que se usa cuando sucede alguna cosa no esperada, y que sale felizmente, o cuando alguno intenta algo, fiado de una casualidad dificultosa, por si puede acontecer y dar éxito a lo que solicitm;.

 En la Comunidad Autónoma de Aragón llaman así a la almohadilla prolongada y redonda o mundillo en que las mujeres suelen hacer los encajes de bolillo.


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