Una calle de Toledo - Calle de San Román al fondo iglesia de San Román - Valeriano Domínguez Bécquer - sXIX
En el extremo Norte de la tortuosa calle del Nuncio Viejo, y antes de dar vista á la antigua casa de Los Jesuítas hoy parroquia de San Juan Bautista y Gobierno provincial hay una plaza nominada de los Postes tal vez por los que en ella hubo en tiempos, pertenecientes á la primitiva Iglesia de San Juan que allí existió al presente convertida en reducido jardín, gracias al celo del Municipio.
El aspecto general que en el año 66 del siglo XII presentara esta plaza, desapareció de un todo en las sucesivas restauraciones llevadas allí á cabo á través del tiempo.
En lugar de balcones, miradores y reducidas ventanas, tendrían sus edificios descomunales rejas de pesadas barras de hierro, y portadas embellecidas con detalles curiosos.
Nada, pues, conserva de su antigua grandeza. Sólo un hecho da armas que en tan reducido espacio se verificó en la citada fecha, presta motivo para ocuparse de ella, y es sobradamente notable para que su nombre actual sea sustituido por el que al frente de estos párrafos se halla.
Contaba á la sazón D. Alfonso VIII de Castilla, hijo de D. Sancho III, trece años de edad, cuando secretamente fué introducido en la encumbrada torre de San Román, pasando desde el palacio de los Illanes á ésta por una cueva secreta.
El objeto que D. Esteban de Illán se propuso al obrar de este modo, fué el de proclamar á D. Alfonso, Rey de Castilla, en un momento inesperado por los señores D. Fernando de León, Gobernador de los reinos, y D. Fernando Ruiz, Alcaide de la ciudad y del Alcázar, contrarios del Rey.
Era el de Illán, de noble aspecto; su decidido arrojo en los asuntos de la corona, de todos era sabido, y por ello se le reputaba de hombre de pericia y de corazón. No desconocía cuántos planes habían puesto en juego sus enemigos para desvanecer sus propósitos; más en tanto que urdían á su placer tales medios, acrecentó de manera fabulosa sus escuadrones.
Una mañana cuando el Gobernador de los reinos y el Alcaide del Alcázar dormían sobre sus futuros lauros, amaneció en la mencionada torre la bandera de Castilla, con el lema
«Toledo, Toledo, por el Rey de Castilla, Castilla por Alfonso VIII.»
y acto seguido las huestes del joven Monarca se esparcieron por la ciudad para posesionarse sucesivamente de los puntos estratégicos que por entonces en ella había.
Pronto llegaron las nuevas al regio Alcázar, donde recibidas fueron con indignación. Armáronse sin tregua los guerreros adictos al Gobernador y Alcaide, y se encaminaron hacia la casa de Illán y parroquia precitada, pretendiendo sofocar aquel alboroto; más los defensores del Rey les detuvieron en la plaza dicha, y trabóse entre ambas legiones una encarnizada lucha, en la que quedaron vencedores los del partido de Illán, que luégo se apoderaron del Alcázar.
Plaza de la Victoria - Principios del s XX
(actualmente se le llama Plaza de Amador de los Ríos)
Una vez pacificada la ciudad, y dueño el Monarca de los rebeldes, determinó fueran ahorcados.
En quien sus disposiciones no se cumplimentaron fué en D. Fernando el Alcaide del Alcázar, que seguido de algunos de los suyos se alejó por el viejo puente de Alcántara sin ser visto.
Desde aquella época, entre los conocedores de las glorias de Toledo, viene la costumbre de llamar, al lugar donde esto ocurrió, Plaza de la Victoria, por más que debido á otras causas se le dé el nombre de los Postes, más impropio que el anterior.
Los héroes que lucharon en favor de D. Alfonso en tan memorable día, según la tradición, tuvieron el privilegio de ser sepultados en la Parroquia de San Román, en la que se enseñan hoy al viajero sus acartonadas momias, junto á las de varios magnates de Castilla.
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