domingo, 19 de marzo de 2017

La Doble detención del «Pajero»: por homicidio (1905) y por prófugo (1918)

Un sangriento suceso ocurrido en noviembre de 1905 a las puertas de una casa de lenocinio regentada por Concha González en la calle de la Prensa, en el barrio de La Candelaria de Toledo

De izquierda a derecha, Manuel Galán del Verbo, su hermano Gregorio y Bernabé Rodríguez, procesados por el asesinato del cabo Sangenis 

Fotograbado, Pablo Santamaría, 
«Heraldo Toledano»)

Bajo el título de «El crimen del martes», el nueve de noviembre de 1905, el semanario «La Campana Gorda» daba cuenta de un sangriento suceso ocurrido a las puertas de una casa de lenocinio regentada por Concha González en la calle de la Prensa, en el barrio de La Candelaria de Toledo.



En el mismo resultó muerto el cabo de la Zona de Reclutamiento Lorenzo Sangenis Llivit, apuñalado por los hermanos Manuel y Gregorio Galán del Verbo, conocidos como los «Pajeros».

Cerca de la medianoche de aquel día, el sereno Isaac Magán y el guardia municipal Julián Pérez hacían su ronda por los alrededores del Alcázar, sede de la Academia de Infantería, cuando oyeron voces procedentes del citado burdel y la vecina taberna del «Botijo», propiedad de Miguel Bermúdez. En el camino se toparon con tres hombres que huían en dirección contraria. 

Les dieron el alto y procedieron a su detención. Con ellos llegaron al lugar de los hechos, donde encontraron a un militar tendido en el suelo, sangrando abundantemente por una herida de arma blanca en la ingle izquierda. Pocos minutos después falleció en brazos del agente local.Patio del penal de Figueras de donde en 1918 se fugó el menor de los “Pajeros” (Foto, Servicio de Bibliotecas, Diputación de Girona)

Instruida la causa judicial, fueron acusados del homicidio los hermanos Galán, así como Bernabé Rodríguez, «Cachumbo», a quien se le imputaba como encubridor. Dado que los tres tenían la condición de reclutas condicionales, una de las diferentes situaciones en que podían encontrarse los mozos de la época de acuerdo con la Ley de Reclutamiento y de Reemplazo del Ejército, el asunto fue trasladado a la jurisdicción militar, fijándose el Consejo de Guerra para el día 29 de enero de 1907 en el Cuarto de Banderas del Alcázar.

Como los procesados eran muy conocidos entre las clases populares de la ciudad, su traslado desde la cárcel provincial hasta el lugar del juicio levantó gran expectación. Para evitar incidentes, fueron conducidos en automóvil. 

El lugar elegido para celebrar la vista se quedó pequeño, siendo bastantes las personas que pugnaban por ver y oír cuanto allí sucedía. Durante cinco horas se sucedieron las declaraciones de los procesados y un considerable número de testigos: desde la dueña del lupanar y sus pupilas hasta quienes estaban con ellas o en la taberna del «Botijo».

Por las declaraciones realizadas, confusas y en ocasiones contradictorias, quedó latente que la muerte de Sangenis fue el dramático desenlace a una disputa tabernaria entre los hermanos Galán y varios parroquianos, iniciada al sospecharse que uno de ellos, Agustín Ancos, conocido por «Caminero», podría llevar escondida una pistola. En el lugar de los hechos también se encontraba el militar con una de las mujeres que ofrecía sus servicios en la mancebía. 

Tras «obsequiarse» entre ellos a algunas copas de vino, Sangenis se marchó a otra cantina cercana junto a otros amigos. En tanto, los contendientes pasaron de las palabras a las manos y estaban peleándose en la calle. Oído el jaleo, el cabo regresó, intentando aplacar la trifulca, pero Manuel, el mayor de los «Pajeros» le sujetó por la espalda y le arrebató su bayoneta, momento en que su hermano le apuñaló con una navaja. 

Según algunos de los testigos entre los hermanos Galán y Sangenis ya había cierta enemistad a raíz de un enfrentamiento tenido tiempo atrás cerca de la ermita de la Virgen del Valle. Antes de huir corriendo, Gregorio entregó el arma ensangrentada a Bernabé Rodríguez, para que la ocultase.Cercanías del Alcázar de Toledo donde en se prodigaban las casa de mancebía y tabernas (Foto Rodríguez, AHPTO

Respondiendo al gran interés despertado por el Consejo de Guerra, el director de «Heraldo Toledano», Federico Lafuente, consiguió publicar unas fotografías de los encausados, que fueron divulgadas en su edición del día 31 de enero junto a un detallado resumen de cuanto había ocurrido en la vista. Dado el carácter militar de la causa, la sentencia debía ser ratificada por el capitán general, por lo su conocimiento se demoró. Durante ese periodo los tres procesados permanecieron en la cárcel provincial. El fallo condenaba a Gregorio Galán del Verbo a la pena de muerte, a su hermano Manuel a cadena perpetua y a Bernabé Rodríguez a seis años de prisión.

Soltero, jornalero de profesión y con 23 años de edad, Gregorio sumaba así otra condena más a su historial delictivo, pues ya había estado en prisión cumpliendo dos penas de cinco días y de dos meses y un día, esta última por lesiones. Ninguno de los otros juzgados tenía antecedentes. Manuel, viudo y de 29 años, era electricista, y Bernabé, soltero y también de 23, albañil.

Pocos días después de conocerse la sentencia, y aprovechando la celebración de una fiesta organizada por la Academia de Infantería, un nutrido grupo de toledanos, encabezado por el alcalde José Benegas, entregó una carta al infante don Alfonso de Orleáns y Borbón, nieto de Isabel II, por entonces cadete en Toledo, pidiéndole que intercediese ante el rey Alfonso XIII para que fuesen indultados cuantos reos condenados a muerte había en la prisión de la ciudad, entre ellos el «Pajero», evitando «a Toledo la pena de ver alzarse entre sus muros históricos y sus joyas de arte la figura fatídica el patíbulo». La petición tuvo efecto y el 23 de mayo, en la «Gaceta de Madrid» se publicaba la conmutación de la máxima pena a Gregorio Galán por la de cadena perpetua, que cumpliría en el penal de Figueras.

En Toledo no volvieron a tenerse noticias suyas hasta 1918. El 26 de octubre en las páginas de «La Vanguardia» se daba cuenta de que Gregorio Galán, junto a otro recluso, Antonio Holgado, se habían fugado de la prisión gerundense. Lo hicieron en automóvil, aprovechando la complicidad de la hija del director del penal, quien mantenía relaciones amorosas con el segundo huido.

Rápidamente surgieron rumores de que el prófugo se había trasladado hasta Toledo para esconderse. Los dimes y diretes no iban desencaminados. Tras visitar a su madre y a su hermana, vecinas del barrio de San Cipriano, quienes le facilitaron algo de dinero, el «Pajero» se trasladó a Aranjuez, aunque no tardó en regresar a su ciudad natal.

Una noche, cubriendo su cabeza hasta la altura de los ojos con una gorra y embozado en una bufanda, se acercó hasta la plaza del Zocodover donde compró una docena de cangrejos en un puesto callejero. Pidió al vendedor, conocido con el sobrenombre de «Pierre», que fuese con él a una taberna próxima para pagárselos. Pero en vez de hacerlo, le obligó a acompañarle por varios cafés y tascas. Cuando éste insistió en que se le abonase lo debido para volver a su puesto, en vez de conseguir su propósito, logró que Gregorio le amenazase descubriéndole quien era y conminándole a seguirle hasta una casa de mala nota en la calle de la Candelaria. Así lo hicieron, deteniéndose durante el trayecto en algunas tabernas más.

Mientras tanto, la Guardia Civil, alertada de que el prófugo andaba por Toledo y se escondía en uno de los lupanares próximos al Alcázar, salió en su búsqueda. Al mando del sargento Agustín Fernández Abrados, varios números le localizaron en un burdel conocido como la «casa de las borrachas». Sorprendido, el huido no opuso resistencia, alzando voluntariamente los brazos ante la contundencia de las pistolas que empuñaban los miembros de la Benemérita. Al ser cacheado, en su poder solamente llevaba un cigarrillo y una moneda de diez céntimos, cantidad con la que difícilmente podía saldar la deuda contraída con el amedrentado «Pierre», quien de forma tan involuntariamente acompañó al prófugo en sus últimos momentos de libertad. Conducido de nuevo a la cárcel provincial, el «Pajero» quedó allí custodiado hasta ser trasladado de nuevo al penal de Figueras.

ENRIQUE SÁNCHEZ LUBIÁN - @abc_toledo Toledo13/03/2017
http://www.abc.es/espana/castilla-la-mancha/toledo/abci-doble-detencion-pajero-homicidio-1905-y-profugo-1918-201703132156_noticia.html

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