«... al otro lado del río se erguía Toledo y pintoresca cual gigantesca ruina coronada por el Alcázar.»
Puente de Alcántara. Dibujo del natural y litografía de F. J. Parcerisa
A diferencia de otros visitantes que escribieron sobre la ciudad tras recorrerla solo por dentro, Andersen lo hizo tras contemplarla desde su exterior, desde el otro lado del río», desde la panorámica que ya entonces comenzaba a interesar a pioneros de la fotografía como el francés Jean Andrieu, que también pasó por Toledo en la década de los sesenta y que tuvo que enfrentarse no solo a la aventura de recorrer ese difícil camino (muchos años antes de la existencia de la Carretera del Valle), sino a hacerlo con una aparatosa cámara de fuelle
Pasado el Puente de Alcántara, al pie de las murallas de la ciudad, dobló el camino, y un nuevo y pintoresco espectáculo fue apareciendo ante nosotros según subíamos.
Antiguos conventos, iglesias derruidas, un desierto de piedra, una naturaleza asolada, se extendía a nuestro alrededor.
Calle de Toledo. Dibujo de Valeriano Bécquer para «La Ilustración de Madrid»
... un estrecho callejón entre grises muros conducía hasta arriba por entre cascotes triturados y umbrías casas abandonadas. Junto a una puerta pequeña y baja había una mujercilla con una gran llave en la mano...
En todo Toledo no hay campana tan grande y extraordinaria como la de la catedral.
Dicen que debajo de ella se pueden poner cinco zapateros, y estirar el hilo de coser zapatos, sin tocarse el uno al otro.
Cuenta la leyenda que el sonido de las campanas llegó al cielo; San Pedro creyó que venía de su iglesia de Roma, pero cuando vio que no era ese el caso, sino que en Toledo estaba la campana más grande de todas, se enfadó y arrojó una de sus llaves contra la campana, rajándola, como puede verse todavía.
Si yo fuese San Pedro y estuviese del humor que estoy ahora, mejor le tiraría la llave a la cabeza de aquel que yo viese que iba a contar por primera vez semejante historia.merece...
Catedral de Toledo
Toledo se deja de mala gana. Es triste marcharse pensando que jamás se va a regresar, que no volverá uno a ver el lugar que de extraño modo despertó nuestra simpatía ¿Acaso volveré a España?
Buena parte de sus comentarios fueron para «un paisaje lunar, sin un solo árbol», que contribuía a subrayar la sensación de desolación que ofrecía la ciudad en aquel momento, con muchos de sus edificios en ruinas. «Toledo conservaba en 1862 muchas de las heridas que sufrió en la Guerra de la Independencia y Andersen fue testigo de ello, aunque más que su patrimonio y su arquitectura le interesaron sus atmósferas, sus costumbres y sus gentes».
Dejó reflexiones sobre las dificultades que encontró al alojarse -Edouard Manet, que visitó Toledo tres años después, escribió con desesperación sobre la gastronomía local-, pero contempló la ciudad con en entusiasmo de uno de los viajeros más destacados del siglo XIX, alguien que solía utilizar la máxima de que «viajar es vivir».
«Cuando visitó Toledo ya tenía más de cincuenta años y era muy célebre en Europa, tanto que en muchos de sus destinos le dedicaban homenajes. En Madrid también le organizaron uno, pero la realidad es que en la España de la época no le conocía nadie. Andersen era muy vanidoso y hubiera sido mejor que no le hubieran hecho nada, porque le sentó como un jarro de agua fría».
http://cvc.cervantes.es/literatura/andersen/de_viaje/viaje_16.htm
http://www.latribunadetoledo.es/noticia/ZE50FAA9D-AE19-6A68-E54DF15D53C91A59/20130118/cuentista/toledo/siglo/xix
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