Con este nombre se designó a los cristianos peninsulares que, durante la dominación musulmana, conservaron la religión cristiana.
Los árabes llamaban a los cristianos sometidos acham o achemíes, bárbaros o extranjeros; naçraníes, romíes, moxriques, cristianos, romanos, politeístas. En lenguaje jurídico usaban la palabra dimmíes o ahl-addimma, clientes o gente de la clientela por la protección que obtenían del gobierno musulmán mediante el pago de un tributo. También les llamaban mohaides, convenidos, aliados, ymosalimes, los que ajustan paz o viven en paz con otros.
Los escritores latinos o castellanos les llaman constantemente mostarabes, mosarabes, mozarabes, muztarabes, muzarabes, palabras derivadas de mostarab, participio pasivo de la décima del verbo ‘ariba o ‘aroba, que puede traducirse por arabizado, y que actualmente es el nombre más utilizado para designar a estas gentes.
El Islam es tajante en relación con los paganos; éstos deben convertirse y aceptar la fe predicada por Mahoma o deben ser entregados a la muerte y exterminados. No así los judíos o cristianos, designados como “las gentes del Libro”, esto es “las gentes de la Biblia”, los cuales deben ser respetados siempre que reconozcan la superioridad de los musulmanes, obedezcan a sus autoridades y paguen la chizía (jizya) o capitación establecida por persona.
Según las enseñanzas de Mahoma, los musulmanes al declarar la guerra santa a los cristianos debían obligarles a escoger entre el Islam y la chizía (jizya) o census capitis, capitación (reparto del pago de tributos o contribuciones por cabeza). Los que se sometían voluntariamente mediante el amán o seguro, pasaban a ser dimmíes o protegidos, quedando el estado obligado a protegerlos. En este caso conservaban sus vidas y haciendas, pero siempre mediante el pago de la chizía (jizya), además del tributo que se pagaba por las tierras llamado jarach (kharaj), que se instauró un poco más tarde que el anterior. Si los cristianos eran sometidos por la fuerza de las armas, los hombres debían ser muertos y las mujeres y niños cautivados, y sus tierras pasaban a propiedad del estado o de los conquistadores.
rganización de las comunidades mozárabes
En cuanto a derechos civiles y políticos, los cristianos hispanos conservaron cierto gobierno propio continuando con la legislación visigótica (compilada en el Liber Iudiciorum). En las poblaciones mozárabes de mayor importancia había un comes o conde que ejercía el gobierno supremo, al que acompañaban otros funcionarios mozárabes, cuyos cargos tomaron nombres árabes: alcadi (alcalde) juez, o arabizados: zavalmedina o jefe de policía, almoxarife o intendente de hacienda, almotacén o alamin o encargado de pesas y medidas, alarife o perito en edificaciones, arquitecto; alguacil (derivado de el visir) oficial menor de justicia, y otros semejantes.
Los cargos eran elegidos por los mismos mozárabes con mayor o menor libertad pero al cabo del tiempo hubo tres cargos impuestospor el sultán para la supervisión de todos los cristianos: un conde para lo civil, un juez para lo criminal y un almoxarife o exactor para la recaudación del jarach (Kharaj).
En el comienzo de la dominación árabe se tiene constancia del buen trato dado a los mozárabes. La población que no abrazó el Islam cuando fue conquistada por los musulmanes y no fue reducida a la esclavitud, se le garantizó la vida, la libertad y, a veces, la propiedad; esta protección o dimma se conseguía mediante el pago de un impuesto.
a difícil convivencia con el Islam
Con ‘Abd al-Rahmán I (primer emir de Córdoba desde 756 hasta 788), al principio se indemnizó a los cristianos por las iglesias que les habían sido destruidas o robadas, pero este tratamiento fue cambiando a lo largo de su gobierno provocando un ambiente de marginación, aunque no de opresión, al que se vieron sometidos los mozárabes a partir de entonces.
Bajo Hisam I (hijo y sucesor del anterior, que fue emir de Córdoba desde 788 hasta 796), a juicio de Conde y Simonet, se intentó proceder a la arabización de los mozárabes, a fin de privarles de su carácter propio y nacional.
Alhakem I llevó a efecto una matanza de mozárabes y muladíes en Toledo, durante la llamada “jornada del foso”.
Poco antes de la muerte de ‘Abd Al-Rahmán II, nacido en Toledo en 792 y emir de Córdoba del 822 al 852, la comunidad mozárabe de Córdoba sufrió una particular represión tras un periodo de relativa tolerancia. En el origen de la persecución estaban los insultos proferidos contra Mahoma y su religión por algunos cristianos, siendo condenados a muerte irremediablemente al optar por el martirio voluntario, que en función de las circunstancias, a veces, se manifestaban en forma de oleadas.
Este impulso es provocado por la resistencia de los mozárabes a desaparecer como grupo cultural y no sólo por el abuso fiscal y el fervor religioso de las víctimas. Una de estas represiones sucedió en 851 inducida por Eulogio, como consecuencia de la condena a muerte del sacerdote cordobés Perfecto en 850, por injurias al profeta Mahoma.
Estos sacrificios voluntarios no estaban bien vistos por toda la comunidad mozárabe que veía peligrar sus privilegios. Únicamente Saúl, el obispo de Córdoba, defendió a los mártires en el concilio que presidió Recafredo, obispo metropolitano de Sevilla, con asistencia de los obispos de las diócesis andaluzas en 852. Este Concilio de Córdoba fue convocado por Abd al- Rahman II para intentar arreglar este clima de crispación y consiguió que las autoridades eclesiásticas condenaran los martirios voluntarios. Se llegó a prohibir esta manifestación de fanatismo religioso, lo que no impidió que durante algún tiempo aún se reprodujeran hechos semejantes.
xodo hacia el Norte
El sucesor de ‘Abd Al-Rahmán II, el emir Muhammad I (quinto emir omeya de Córdoba del 852 al 866, hijo primogénito de Abd al-Rahman II), desencadena una cruel persecución contra los cristianos culminada con la encarcelación de Eulogio, como inductor al martirio, por segunda vez en 859, que acabó autoinmolándose y así quedó contenida esta rebelión que minaba la coexistencia de las distintas comunidades religiosas de Al-Andalus. Este emir intervino duramente contra la minoría mozárabe presionado, al parecer por los alfaquíes, destruyendo el monasterio de Tábanos, centro de la oposición mozárabe que encabezaban Eulogio y Álvaro. En este periodo la atmósfera de Córdoba se hizo irrespirable para los mozárabes quienes se refugiaron en Toledo o se instalaron como colonos en las nuevas tierras que, poco después, repoblara Alfonso III al norte del Duero.
En 873-874 la sequía y las epidemias asolan el país y cuando más aguda era la crisis económica mayores eran las exigencias del fisco y mayores las sustracciones fraudulentas de sus altos funcionarios. Esta situación se agravó con los siguientes emires hasta Abd al-Rahman III en 912. En 914 hubo una sequía que asoló el país. La situación se complicó cuando Omar ben Hafsún “el nuevo Viriato”, se lanzó a la guerra de guerrillas en la zona montañosa de la serranía de Ronda (Málaga), con sus huestes de mozárabes descontentos y cristianos fugitivos llegando a dominar casi toda la Andalucía serrana. La muerte de Omar, en 917, en el seno del catolicismo, convertido en 899 adoptando el nombre de Samuel y su mujer el de Columba, y la llegada del nuevo califa hizo temer por la vida de los mozárabes.
Sin embargo durante el reinado de ‘Abd Al-Rahmán III, primer califa omeya de Córdoba desde 912 a 961, y bajo el gobierno de Almanzor, los mozárabes parece que gozaron de relativa tolerancia y protección, conservando su libertad religiosa, fueros y gobierno propio. En lo que quedaba del siglo X y durante el siguiente siglo, la iglesia mozárabe española mantuvo sus antiguas diócesis, obispos y clero.
La persecución fue brutal y sangrienta durante la dominación almorávide y almohade a pesar de la ayuda prestada por los reyes cristianos como Alfonso I el Batallador, Fernando III el Santo o Jaime el Conquistador.
Las comunidades mozárabes, oprimidas por la pobreza y la persecución se extinguieron o se vieron en la necesidad de huir a los reinos cristianos del norte.
BIBLIOGRAFÍA:
Bernabé López García, Miguel Ángel Alarcia y Jaime Manuel Mola: Mozárabes, en Gran Larousse Universal. Plaza y Janés. Madrid 1995.
Daniel Cuñat: Al Andalus. Los Omeyas. Madrid, 1991.
Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana. Espasa-Calpe S. A. Madrid.
Enciclopedia de la Religión Católica. Dalmau y Jover S. A. Barcelona, 1950.
Gonzalo Martínez Díez: Los templarios en los reinos de España. Editorial Planeta (Historia y Sociedad), Barcelona, 2001.
Fuentes:http://www.maderuelo.com/historia_y_arte/historia/h_media_mozarabes.html
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