viernes, 9 de diciembre de 2016

El bien hablar en Toledo

"Es ley del reino y real, que si alguna duda hubiere en las leyes y fuero de Castilla en cuanto a la lengua, que el intérprete sea de Toledo, porque allí es donde se habla mejor nuestra lengua o romance".

Esta afirmación contenida en el libro "Quinquagenas", de Gonzalo Fernández de Oviedo, escrito entre 1543 y 1545, destapa, por primera vez, una de las creencias más repetidas y sobre las que más se ha debatido, incluso hasta nuestros días. Pedro de Alcocer, autor de la primera historia de Toledo, de 1554, precisa que es el rey Alfonso X el Sabio el que sanciona esta norma como ley en unas cortes celebradas al comienzo de su reinado.



A partir de ese momento la afirmación se repite hasta la saciedad, llegando a formar parte de las creencias populares más arriagadas, que el propio Lope de Vega pone en boca de uno de los personajes de su comedia "Amar sin saber a quién" con estas palabras:

Dicen que una ley dispone
que si acaso se levanta
sobre un vocablo porfía
de la lengua castellana, 
lo juzque el que es de Toledo. 

Lo cierto, sin embargo, es que no se ha hallado, hasta el momento al menos, prueba documental alguna sobre la existencia de tal disposición legal, que algunos autores contemporáneos han llegado a negar categóricamente, entre ellos nombres tan reconocidos como Menéndez Pelayo o Rodríguez Marín.

Es posible que, como ocurre tantas veces, la realidad haya que buscarla en un punto intermedio, como ha apuntado algún investigador de nuestro tiempo. Es decir, no se trataría de un "privilegio idiomático" en favor de Toledo, sino de un "arbitraje jurídico", dada la importancia del sistema legislativo toledano de la época. Un arbitraje que en alguna ocasión alcanzaría a lo idiomático porque cada vez se iba extendiendo más la escritura en el incipiente castellano y habría que poner solución, en los eventuales litigios, por una autoridad reconocida.

Sea como fuere, esta creencia del buen hablar del toledano frente al resto de los naturales de la nación, rivalizando con otras ciudades castellanas como Valladolid o Salamanca, ha cobrado carta de naturaleza entre los tópicos que, con evidente exageración muchas veces, se aplican a los naturales de Toledo y del que es buen ejemplo este texto de Agustín de Rojas en su "Viaje entretenido", de 1603:

"Tiene hombres de grande ingenio, y si no, miradlo en nuestro oficio, que los famosos autores que le han ilustrado y puesto en el punto que ahora vemos, han sido todos naturales de Toledo; de donde se arguye que produce este lugar personas de peregrinos entendimientos y hábiles para todo género de artes, ingeniosas y de habilidad."

Pues dicho (y escrito) queda.

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