lunes, 28 de diciembre de 2015

Don Gonzalo Pétrez: Arzobispo de Toledo

Numerosos documentos nos permiten trazar la biografía de este toledano que fue el primer arzobispo perteneciente a un linaje mozárabe, don Gonzalo Pétrez. Su efigie fantaseada, pintada por Juan de Borgoña y su taller, en la sala capitular de la catedral de Toledo, nos resulta familiar (fig. 5). 

Curiosamente, debajo de ella aparece su nombre, con las abreviaturas correspondientes, de forma errónea

–GVNDISALVO GARCIA GVDIEL, CARDENAL, OBIIT 2 MAYO 1299–,

explicable por tratarse de un retrato imaginario realizado mucho después, a comienzos del siglo XVI, ya que, en realidad, nuestro personaje se llamó Gundisalvo o Gonzalo Pétrez –hoy sería Pérez–, como atestiguan numerosísimos documentos, a los que hay que añadir la concluyente opinión del gran investigador don Ramón Gonzálvez Ruiz –Hombres y libros de Toledo (1086-1300), 1997, Madrid-– que ha estudiado de manera exhaustiva la figura de Gonzalo Pétrez, básicamente a través de numerosísimos documentos del Archivo de la Catedral de Toledo.

Fig. 5.- Retrato fantaseado de don Gonzalo Pétrez «Gudiel» en la Sala Capitular de la Catedral –primer tercio del siglo XVI–, donde se observa el error de su apellido –GARCÍA–.

La inclusión errónea del apellido García, en vez de Pétrez, ha sido general entre los diversos autores que se han ocupado de nuestro personaje. Entre otros, Pisa, Castejón, Martín Gamero, Ramón Parro, Gaibrois, Ribera Recio, Porres Martín-Cleto, M. Caviró, Leblic, etc. Eubel le llamó Gundisalvus Roderici Hinojosa. 

En cuanto a su ascendencia ha habido disparidad de opiniones. Según Porreño 14, el padre de este arzobispo fue de los Gudieles y su madre de los Barroso de Toledo, aseveración que comparten el P. Flórez y Martín Gamero. Gaibrois, siguiendo a Muñoz y Soliva, indica que sus padres se llamaron Gimén Gudiel y María Barroso, opinión compartida por Rivera Recio. En cambio, Porres Martín-Cleto y Rodríguez Marquina mantienen que sus padres fueron Pedro Juanes, alguacil alcalde, y Teresa, si bien no coinciden en los demás antepasados. 

Para Leblic, la esposa de Pedro Juanes fue Teresa Juanes Ponce. En el Cuadro Genealógico adjunto, partiendo de un primer Pero Illán, padre de Julián o Illán Pétrez de San Román y abuelo de Esteban Illán, llegamos al arzobispo y cardenal Gonzalo Pétrez «Gudiel», tratando de poner en claro la cuestión, basándonos siempre en la documentación. 

Otro tema, aclarado de forma escueta por Sixto Ramón Parro15, sin que su opinión tuviera eco entre los historiadores posteriores, es el relativo al parentesco entre el arzobispo Gonzalo Pétrez Gudiel y su sucesor en la silla toledana, Gonzalo Díaz Palomeque, que han venido considerándose erróneamente tío y sobrino. 

Pero el parentesco fue otro, como veremos: abuelo y nieto. No sabemos cuándo don Gonzalo tuvo relaciones con una mujer, cuyo nombre desconocemos, las cuales dieron como fruto a una hija, de nombre también ignorado. Pensamos que el hecho debió acontecer antes de ser canonicus toletanus, cargo que ostentó a partir de 1257 y con el que aparece confirmando o suscribiendo documentos. 

Esta hija, como veremos, fue la madre del siguiente arzobispo toledano, Gonzalo Díaz Palomeque. Por ello Gonzalo Pétrez Gudiel y Gonzalo Díaz Palomeque no fueron, como se afirma de forma general, tío y sobrino, sino abuelo y nieto, como dijera Parro 

Dos años después, en 1259, don Gonzalo Pétrez era propietario de la casa que había pertenecido a su padre, Pedro Juanes, en la calle que bajaba al barrio de la iglesia de Santa Cruz, luego conocida como del Cristo de la Luz16. En tiempos del arzobispo don Sancho de Aragón, el pontífice concedió a Gonzalo Pétrez una canonjía en Toledo, durante cinco años, mientras estudiaba cánones17. 

Su carrera ascendente nos lo muestra como deán de la catedral de Toledo en 1262, a pesar de no haber recibido las órdenes sagradas18, cargo que sigue detentando en 1266. Como notario del rey Alfonso el Sabio y arcediano de Toledo figura en 1270 y 1271, confirmando el arzobispo toledano don Sancho de Aragón, en 19 de mayo de 1272, la designación de don Gonzalo como obispo de Cuenca. 

Como tal, en calidad de hombre de confianza de Alfonso X, que le hace donación del término de Totanés, don Gonzalo le acompaña a Francia cuando el monarca aspira al trono imperial y, de regreso, asistió tal vez a las exequias de San Raimundo de Peñafort. 

Ya en Toledo, sabemos que don Gonzalo adquiere el derecho a dos piedras de molino en el azud de Azumel, en el Tajo, alfoz de Toledo, a los judíos Abuishac y Abuomar, hijos de Alhasan b. Abishac el Barcelonés –año 1273–20. Después de ocupar la sede conquense, don Gonzalo es designado obispo de Burgos. Previamente hace inventario de sus bienes. 

Este cargo lo desempeñaría hasta 1280. Pero su meta era el arzobispado de Toledo. Por ello, contando con el apoyo del infante don Sancho, y en contra de la elección llevada a cabo por su padre Alfonso X, ataca el nombramiento de Fernando Rodríguez de Covarrubias para tal cargo, acusándole de simonía, por lo que tal nombramiento no llegó a ser confirmado en Roma. Esta situación inestable, durante la cual Covarrubias fue acusado de haber comprado a sus electores, se zanjó en 1280, fecha en que éste abandona la sede toledana, para la que el pontífice Nicolás III designa a don Gonzalo. 

Cuando el nuevo arzobispo comunicó su nombramiento a Alfonso el Sabio, el monarca le contestó hábilmente en términos afectuosos: ...vos digo que me place, ca sodes mio natural et home que punnaredes en aquellas cosas que fueron mio pro et mi honra . Pero con todos estos hechos y la adquisición de obras de gran valor, como demuestran los inventarios de sus bienes, se debió resentir la situación económica del nuevo arzobispo toledano, que reiteradamente solicita préstamos, especialmente en Italia. 

De todas formas, estas prácticas no eran nuevas en el arzobispado toledano. Sancho de Aragón dejó una deuda de casi 10.000 mrs. y su sucesor, Fernando Rodríguez Covarrubias, en 1278, tuvo que empeñar el tesoro de la capilla del anterior para pagar las deudas de éste, así como varios anillos pontificales y libros, propiedad de la Iglesia catedral, para reducir las suyas propias21. Camino de Roma, donde había de obtener la confirmación de su cargo de arzobispo de Toledo, Gonzalo Pétrez «Gudiel» se detuvo en Viterbo. 

Y allí, el 6 de diciembre de 1280, solicitó un préstamo de 1.500 libras tornesas a los Clarenti de Pistoya, quienes le obligaron a hacer un inventario de sus bienes y a que su fiel Jofre de Loaysa, arcediano de Toledo, se corresponsabilizara en el pago. Tal inventario nos permite conocer la calidad de su biblioteca, de sus paños, de sus ornamentos sagrados, de sus piezas de orfebrería y de sus joyas. 

En el texto consta que tal inventario se escribió en Viterbo, in domo Domini Algeli Petriboni22. Las dificultades pecuniarias del arzobispo debieron continuar, ya que él y Loaysa, en 21 de junio de 1281, estando aún en Viterbo, solicitaron un aplazamiento de la deuda, y se comprometieron a saldarla en Roma el 1 de enero de 1282. Los banqueros acreedores accedieron a ello, si bien exigieron el juramento no sólo de Gudiel, sino de todo el séquito. Se tiene constancia además de préstamos de otras compañías, como las de Ammanati y Ricardi, de Luca. 

Sin embargo, parece que los principales acreedores fueron los Chiarenti, quienes a fines de 1281 le habían anticipado 2.900 libras de Tours23 . Tras la boda del infante don Sancho con doña María de Molina, «Gudiel» viajó a Aviñón –febrero de 1282–, sin poder resolver sus problemas pecuniarios que siguen agravándose, hasta el punto de que en septiembre su deuda a los Chiarenti ascendía ya a casi 8.000 libras. Como garantía, éstos le obligaron a permanecer en Nîmes, Montpellier o en otro lugar que consideraran oportuno, hasta la primavera de 1284. 

Durante estos años de ausencia, la corte castellana es escenario de importantes acontecimientos. En 1281 empezó a destacar otro ilustre toledano, Gómez García de Toledo, privado del infante don Sancho, a quien Alfonso X había enviado a Granada para entablar negociaciones con el monarca nazarí. Unos meses después, declaradas ya las hostilidades entre el infante Sancho y su padre, Alfonso X, Gómez García retorna a la corte granadina buscando la alianza entre Sancho y el musulmán. 

Otros obispos y nobles se inclinaron también, como Gómez García, a la parcialidad de don Sancho, a partir de 1282. Mientras tanto Gonzalo Pétrez, en su forzado exilio francés, se libró de participar en la conocida pugna entre el monarca y su hijo. Su retorno, en 1284, coincidió con la muerte de Alfonso X y la entronización de Sancho IV el Bravo. A partir de ese momento, don Gonzalo Pétrez «Gudiel», arzobispo toledano y canciller, desempeñó un papel fundamental en la vida política castellana, ostentando el título de Primado de las Españas desde el 7 de enero de 1285. 

El nuevo monarca, Sancho IV, exteriorizó su deseo de vinculación a Toledo y al arzobispo Pétrez al mes siguiente, mediante un privilegio rodado en el que escoge la catedral toledana como lugar de enterramiento para él, para su esposa María de Molina y para su hija María. 

Con anterioridad había dispuesto ser sepultado en el convento de los frailes menores de la ciudad, denominado de San Francisco y situado en el lugar que ocupa actualmente el convento de la Concepción Francisca.La preocupación de «Gudiel» por los problemas económicos de su clerecía se puso de manifiesto ese mismo año a través de una disposición en la que ordenaba la reducción del número de canónigos en las parroquias toledanas –veinte latinas y seis mozárabes–.

El arcipreste de Toledo Jofré de Loaysa fue el encargado de poner en práctica esta medida. Como hombre de confianza del rey, el arzobispo don Gonzalo desarrolló también una importante actividad diplomática. Así formó parte de la comisión enviada por el castellano para parlamentar en Bayona con el rey de Francia, del que pretendía recibir apoyo frente a las pretensiones de los Infantes de la Cerda. Y, en la Santa Sede, con vistas a la legitimación del matrimonio de Sancho IV con doña María de Molina. Integraban también la comisión, entre otros, los obispos de Calahorra, Lugo y Burgos, y el toledano Gómez García, privado del rey don Sancho, notario del reino de León y abad de Valladolid desde 1284, interlocutor principal este último con el rey francés. 

La actitud poco clara de Gómez García, motivada por su ambición, determinó su caída tras la pérdida del favor real, a la que contribuyó el arzobispo «Gudiel», que desamaba mucho a este abad... e otros muchos de la casa del Rey, entre ellos el señor de Vizcaya. Precisamente fue a estos dos personajes a los que encargó don Sancho la inspección de las cuentas del abad, tanto las destinadas a sufragar las gestiones realizadas en la Santa Sede, para conseguir la legitimación del matrimonio del rey con María de Molina –grave problema de su reinado–, como las relacionadas con las cantidades por él recaudadas a lo largo de su privanza. La sentencia adversa no se hizo esperar. 

Y, si bien, para paliarla, don Sancho propuso a Gómez García para el obispado de Mondoñedo, en realidad se trataba de una condena, ya que suponía el alejamiento de la corte y la pérdida de las anteriores prebendas. Todos estos hechos debieron minar la salud del antiguo abad de Valladolid, que murió en Toledo poco después, el 29 de julio de 1286, según una de las inscripciones de su sepulcro en la Catedral: Obiit IV Kalendas August. Era MCCCXXIIII. 

En el año 1286 mejoraron las relaciones de Pétrez –«Gudiel»– con la Santa Sede y fue absuelto del entredicho que pesaba sobre él. Pero las peticiones de préstamos en Italia, a través de sus representantes, continuaron. En esa fecha figura la petición de 3.000 libras turonenses al mercader de Florencia Bocatinus Josepi y a Girardinus Donati, socio de la compañía Ammanati de Pistoia.

Mientras tanto, la ciudad de Toledo, regida por el alcalde Garci Álvarez de Toledo, atravesaba por momentos conflictivos. Los atropellos cometidos por dicho alcalde en 1286, como consecuencia del cobro de ciertos tributos desusados, apresando a doncellas, viudas y caballeros de Brihuega y Alcalá de Henares, vasallos del arzobispo Gonzalo Pétrez, motivaron la intervención de Sancho IV, aunque sin éxito. A comienzos de 1288, Gonzalo Pétrez, con el beneplácito del cabildo, eligió el lugar de su sepultura, en el coro de la catedral toledana, ante el altar de la Virgen. 

Poco después obtuvo un préstamo de 20.000 mrs., con el aval de los ingresos que le reportaban las ferias de Alcalá de Henares, celebradas en las fiestas de la Asunción, San Juan Bautista y Todos los Santos. Dos hechos debieron conmocionar a los toledanos a fines de 1289. El primero fue la apertura de los sepulcros de Alfonso VII, Sancho III y Sancho Capelo, el 21 de noviembre, en la Catedral, ante la presencia del rey don Sancho IV y del arzobispo, con el fin de trasladar los féretros a un nuevo monumento funerario erigido en la capilla del Salvador. 

El segundo, antes de terminar el año, fue la ejecución del alcalde Garci Álvarez de Toledo y de su hermano Juan, por orden de Sancho IV, que de esta forma pretendía acabar con las revueltas que desde hacía tiempo tenían convulsionada la ciudad. 

A modo de epílogo, don Sancho confirmaría los privilegios o Fuero de Toledo, siendo don Gonzalo Pétrez uno de los que suscribieron el documento. Éste, a su vez, da nuevas constituciones al cabildo, en las que conmina a los canónigos a que asistan a las horas principales –vísperas, maitines y misa mayor–, en las fiestas mayores, es decir, en Todos los Santos, Pascua de Resurrección y Asunción de la Virgen, bajo la amenaza de perder un tercio de su porción si faltan a alguna de ellas. 

Tras la caída de Acre, el pontífice Nicolás IV consideró oportuno retornar al espíritu de Cruzada, por lo que envió a Gonzalo Pétrez unas cartas –12 de enero de 1291– exhortándole a celebrar un concilio en Valladolid. Éste hizo la convocatoria el 6 de enero, con vistas al 20 de abril de 1292, tanto a sus sufragáneos como a otros obispos, y aunque el concilio parece que no llegó a celebrarse, el arzobispo toledano y algunos miembros de su cabildo estaban en aquella ciudad a mediados de mayo. Del 1 de mayo de 1291 data la partición de los bienes de Pedro Juanes y su esposa Teresa, padres del arzobispo, entre éste y sus hermanos García 

Pétrez y Teresa, aprobando estos últimos que don Gonzalo tuviera y poseyera los bienes que hubieran correspondido a sus hermanos difuntos. Al parecer, García Pétrez recaudaba cuentas de su hermano el arzobispo. En 1293 éste adquiría, en el adarve de don Pedro Juanes, hijo del alcalde Juan Pétrez, en la colación de San Nicolás, una casa contigua a un corral de su propiedad, por 400 mizcales blancos. 

El interés hacia la cultura, por parte de don Gonzalo Pétrez Gudiel, quedó primordialmente reflejado en el ruego que hizo al rey don Sancho respecto a la fundación del Estudio de Alcalá de Henares, luego Universidad en tiempos del cardenal Cisneros. Con motivo de la entrevista entre Sancho IV y los reyes de Aragón y Francia, celebrada en Logroño en los meses de julio y agosto de 1293, don Gonzalo, canciller del monarca castellano, defendió a ultranza la primacía de la silla toledana, muy controvertida, entrando en la ciudad precedido por la cruz procesional. 

El hecho desató la indignación del obispo de Calahorra, don Almoravid24, que dependía de la mitra tarraconense, e igualmente del arzobispo de Sevilla, que llegó también a Logroño precedido de su propia cruz alzada. Entre los dos primeros prelados se cruzaron sentencias de entredicho y excomunión. «Gudiel» quedó en una situación difícil, que logró solventar mediante la intervención papal y la de los eclesiásticos del séquito del monarca aragonés Jaime II. Ciertos documentos revelan la adquisición, por parte de don Gonzalo, de algunos inmuebles que habían pertenecido a otros arzobispos anteriores. 

Y también el arrendamiento del cobro de los derechos arzobispales sobre las ferias y portazgos de Alcalá y Brihuega, por 20.000 mrs., a tres judíos, en 1293. Al año siguiente adquiere una casa derruida en la colación de la Trinidad, junto a la capilla de San Juan del Arzobispo, a Martín Fernández Pantoja y a su mujer Colomba Gutiérrez.25 Actuando como administrador de su diócesis, don Gonzalo promulgó una disposición para regular la norma de conducta de los llamados coronados, escalón inferior de la clerecía. El arcediano de Toledo Jofré de Loaysa fue encargado de su cumplimiento.

BALBINA C AVIRÓ M ARTÍNEZ ARTÍNEZ 
Correspondiente 
http://realacademiatoledo.es/el-linaje-y-las-armas-del-arzobispo-toledano-gonzalo-petrez-lgudielr-1280-1299-por-balbina-caviro-martinez/
El arzobispo de Toledo

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