3. SANTA MARÏA LA BLANCA
Esta sinagoga nos remite a fines del siglo XII y, sobre todo, al XIII. Nuestra Señora del Tránsito al siglo XIV. Santa MarÌa la Blanca se enmarca básicamente en la tradición almorávide pero sobre todo en la almohade, mientras Nuestra Señora del Tránsito, en cambio, nos remite al arte nazarí. Sin embargo, tanto en un caso como en otro, no hay servilismo en modo alguno.
Los alarifes toledanos recogen sugerencias, pero dan soluciones personales, en primer lugar porque están en la España cristiana y, en segundo, porque están al servicio del credo judío. Demuestran tener un conocimiento asombroso de la arquitectura islámica, anterior unas veces y contemporánea otras, pero son también creadores. El esplendor de Santa MarÌa la Blanca se explica, en principio, por la situación privilegiada de los judíos toledanos en tiempos de Alfonso VIII, privilegios que dieron lugar a la famosa tradición de los amores del monarca con la judÌa Fermosa, la Raquel de Lope de Vega. Según esta, a poco de casarse el monarca con Leonor Plantagenet la abandonó durante siete años al enamorarse perdidamente de una judía cuando la vio bañándose en el Tajo.
Ese es el relato
El pasaje es claramente un retorno a la historia de don Rodrigo y Florinda la Cava. Aunque el hecho está recogido en la Crónica General de Jiménez de Rada y Lucas de Tuy y asimismo en el Libro de los Consejos que Sancho IV dedicara a su hijo Fernando IV, la crítica actual, en general, no admite su veracidad, considerando que es una alegoría al buen entendimiento entre Alfonso VIII y los hebreos y especialmente a su estrecha relación con algunos judios de corte, concretamente con su médico Todros ben Judah, y con su mejor prestamista, Joseph ibn Salomón ibn Shoshan, ante el descontento de sus súbditos.
Analicemos Santa María la Blanca, situándonos en una fecha imprecisa, pero básicamente dentro del siglo XIII, con un proceso de construcción prolongado a lo largo de la centuria. En conjunto refleja influencias de la arquitectura almor·vide y almohade siglo XII, pero, por otra parte, manifiesta una clara originalidad de soluciones. Su orientaciÛn es distinta a la de las iglesias y mezquitas toledanas.
Las primeras, como es preceptivo, est·n orientadas en el sentido estricto de la palabra. Es decir, su cabecera está situada a Oriente, de donde viene la Luz. En cuanto a las mezquitas, como es obligado también, tienen el muro de la quibla mirando hacia La Meca. En cambio Santa MarÌa la Blanca tiene su cabecera hacia el norte.
En cuanto a los materiales constructivos y decorativos hay un claro predominio del barro cocido y del estuco y el influjo almor·vide y almohade es dominante, especialmente el segundo. Se rechaza la piedra propia del arte emiral y califal cordobés e igualmente la piedra gótica de la Catedral que ya por entonces se había iniciado (1226). La planta, un rectángulo irregular con cinco naves, la mayor más elevada, revela un claro tratamiento del espacio de raigambre califal (fig. 1).
En cambio sus soportes, pilares de sección octogonal, difieren claramente de la arquitectura cordobesa, apegada todavÌa a tradiciones visigodas, y, a pesar de ciertas sugerencias almorávides, resultan de gran originalidad. Su ejemplo acabar· imponiéndose en el mudéjar toledano, especialmente en los patios del siglo XV, como, por ejemplo, en el del palacio de Fuensalida o en el del palacio de los £valos o Dávalos, convertido en convento de San Antonio tras serle arrebatado a Fernando Dávalos tras la contienda comunera. Pero donde raya al máximo la originalidad de Santa María la Blanca es en los capiteles de estuco tallado (fig. 2).
Analizados con detenimiento, nos percatamos de que son una síntesis del arte hispanomusulmán, con posibles influencias coptas. La subdivisión de su espacio responde a una sebka, una red de rombos de ascendencia almohade, mientras el fondo de cada rombo, recubierto de palmetillas digitadas y anilladas, responde a una tradición muy anterior cuyo germen hay que buscarlo, en primer lugar, en el acanto espinoso clásico, muy difundido en el arte califal del siglo X, tanto en la Mezquita de Córdoba albanegas del arco de entrada al mihrab, como en el Palacio de Medina Azzahra capiteles y relieves del Salón Rico, por ejemplo. El arte califal, sin embargo, no crea este motivo, sino que lo toma del mundo
2. Los capiteles de Santa María la Blanca son una síntesis del arte hispanomusulmán con posibles influencias coptas. clásico Palacio imperial de Constantinopla, hecho nada extraño, ya que el arte cordobés tiene en el arte clásico una de sus principales fuentes ornamentales.
Interesa resaltar también que las palmetillas digitadas y anilladas se emplearon con fines ornamentales en el Islam oriental temprano, como demuestran algunos de los ejemplares de la cerámica de Nishapur del siglo IX.
El motivo, más evolucionado, subsiste en el arte taifa - XI- como advertimos en las yeserías granadinas del Carmen del Mauror y en las de la iglesia de San Juan de Almería, muy próximas ya a las formas del mudéjar toledano. La misma interpretación evolucionada del tema vemos en las yeserías encontradas en el castillejo de Monteagudo (Murcia), en algunos ejemplares de la Qubba de Marraquesh, de tiempos de Ali ben Yusuf (1116- 1142) y en el púlpito o mimbar de la Qutubiya de esa misma ciudad. Es precisamente en ese periodo, el almorávide, cuando las hojas digitadas y anilladas protagonizan gran parte de la decoración de la Mezquita de Tremecen (1135) y de la mezquita al-Qarawiyyin de Fez (1142), obras debidas curiosamente a artistas andalusíes al servicio de los inexpertos almorávides.
Aquí hallamos los mismos modelos que vemos en Santa María la Blanca. Al siglo XIII pertenecen también las palmetas digitadas y anilladas del claustro de San Fernando de las Huelgas de Burgos y las de la Capilla Real de Córdoba. Esta forma de ataurique es típicamente hispanomusulmán, y cuando la vemos en otros puntos del Islam, responde a influencias de Al-Andalus.
Así ocurre en la mezquita Salih Talai de El Cairo (1160). Pero son las yeserías en altorrelieve, las que confieren mayor originalidad a los capiteles de Santa María la Blanca decorados con pencas, al modo corintio, aunque evolucionadas, que emergen de cada rombo de la sebka. Por debajo de cada voluta hay una pica, otro motivo que en el mudéjar toledano se utiliza profusamente desde el siglo XIII, en alto o en bajorrelieve, en yeso y en madera.
En los capiteles de Santa MarÌa la Blanca las picas de estuco alcanzan su plenitud. En los capiteles adosados al muro de los pies (fig. 3) las picas surgen aún con más ímpetu, convertidas en formas de bulto redondo. En ambas modalidades la superficie de las picas está reticulada mediante profundas incisiones, con el fin de conseguir el característico efecto de imbricación.
Curiosamente su pronunciado relieve constituye una negación de la planitud propia del arte almohade de la época, demostrando la creatividad del alarife toledano que las diseñara. Estos originales capiteles de Santa MarÌa la Blanca podrían recoger ciertas influencias coptas, como parece demostrar un interesantísimo capitel del Museo Británico, catalogado como copto y fechado en el siglo IX (fig. 4).
Es el capitel que más se aproxima a los originalísimos de esta sinagoga toledana del siglo XIII.
311 4. Capitel copto -s. IX- del Museo Británico.
3. Capitel de los pies, con picas de bulto redondo
Los citados capiteles apean arcos de herradura de indudable influjo cordobés, emiral y califal. Santa María la Blanca, con esta sucesión de arquerías, demuestra que el influjo de la Mezquita de Córdoba sigue vivo en Toledo a pesar de los años transcurridos. Al estar enlucidos los arcos no podemos ver si son enjarjados o no. Las arquerías de San Román, por el contrario, también del siglo XIII, con sus dovelas pintadas de forma alternada nos aproximan aún más a la Mezquita de Córdoba, aunque sus soportes, integrados por pilares con dos columnas adosadas, son de estirpe almohade.
Por encima de estas arquerÌas las yeserías de Santa María la Blanca, de estricta planitud, vuelven a demostrar la influencia almohade, con la decoración que Terrasse denominara ìanchaî. La temática geométrica, relegada hasta entonces a un papel secundario en el arte andalusí y mudéjar, pasa a primer plano. Es un punto de partida que cada vez se hará más complejo, como demuestran las yeserías toledanas desde comienzos del siglo XIV.
Por ejemplo las del sepulcro de Lupus Fernandi (m. 1312) en el claustro de la Concepción Francisca y las más elaboradas del Taller del Moro, antiguo palacio de don Lope González Palomeque, primer señor de Villaverde, y doña Mayor Téllez de Meneses, hermana del célebre alguacil-alcaide Suero Téllez, ya del segundo cuarto del siglo XIV.
La decoración geométrica de las yeserías de Santa María la Blanca, con el incipiente protagonismo de esta nueva ornamentación, demuestran que los alarifes de esta sinagoga estaban al corriente de las innovaciones que se operaban en el arte hispanomusulmán, con el advenimiento de la dinastía almohade segunda mitad del siglo XII.
Para Toledo constituyen una absoluta novedad. Sobre los arcos de herradura estas yeserÌas desarrollan lazos de seis de gran sencillez y amplitud, mediante cintas hendidas en la parte media (fig. 5).
La superficie del muro, a su alrededor, queda desnuda. Más abajo, los medallones circulares, entre los arcos rodeados por vainas rellenas de digitaciones y anillos o de hojitas de trébol, otra novedad, ostentan también composiciones geométricas de gran variedad (fig. 6).
Es interesante resaltar la similitud de estos medallones de Santa MarÌa la Blanca con los de la Ulu Cami, de Divrigi Asia Menor, de tiempos de los selyuquíes del Rumu occidentales (1228), lo que, una vez más, demuestra la estrecha relación artÌstica existente entre las diversas zonas del mundo islámico. Con los almohades la decoración geométrica y el lazo triunfaron por su sencillez debido a la condena del lujo y del embellecimiento superfluo mantenido por la nueva dinastía, frente a la barroquizante decoración almorávide.
Es muy conocida la cita de una crónica islámica según la cual, cuando en 1145 Abd al-Mumin, primer soberano almohade, iba a entrar victorioso en Fez, hubo que recubrir con yeso las espléndidas decoraciones de la Qarawiyin, hoy nuevamente al descubierto.
313 5. Sencilla decoración geométrica ìanchaî sobre la arquería de Santa María la Blanca.
La doble cinta, describiendo sencillos motivos poligonales de gran elegancia, sobre fondos desnudos, adorna los muros interiores de la Qutubbiya de Marraquesh y de la mezquita de Tinmallal, obras almohades, en íntima relación con las yeserías descritas de Santa María la Blanca. Finalmente, hemos de aludir a la decoración más alta de los muros de esta sinagoga toledana, de temática arquitectónica.
Se trata de pilastrillas con columnas adosadas, capiteles de palmas estilizadas y collarinos y basas funiculares. Pilares con columnas adosadas, en función sustentante, tenemos en la iglesia toledana de San Román, como hemos dicho, y el mismo tipo de soportes tuvo la parroquia mozárabe de Santa Eulalia, de estilo mudéjar también pero, al ser eliminados los pilares, los soportes han quedado transformados en columnas pareadas con un vano intermedio.
El pilar con columnas adosadas es el soporte típico de la arquitectura almohade, como podemos advertir en la Qutubbiya de Marraquesh, por ejemplo. Tal vez por la sobriedad almohade, Santa María la Blanca carece de decoración epigráfica que, por el contrario, tiene un gran protagonismo, como veremos, en la sinagoga del Tránsito.
Esta descripción sintética de la sinagoga de Santa María la Blanca nos muestra su evidente parentesco con obras almohades, y ello a pesar de que el rigorismo de esta dinastía fuera funesto para la población hebrea de Al-Andalus que, en parte, se vio obligada a emigrar a Castilla. Alfonso VIII, el vencedor de los almohades en las Navas de Tolosa y los emigrantes judíos de Al-Andadus se dejaron ganar evidentemente por el estilo almohade cuando esta dinastía estaba ya en su ocaso.
Esa presencia de lo almohade en la Castilla de Alfonso VIII y sus inmediatos sucesores se manifestó en la Capilla de la Asunción y en los tejidos de los enterramientos de las Huelgas de Burgos, como es sabido. Pero por encima de estas imitaciones, la creatividad de los alarifes toledanos, al servicio de los judíos, se puso de manifiesto en los capiteles de Santa María la Blanca, de una belleza y originalidad asombrosas aunque estuvieran realizados con elementos tomados del arte andalusí anterior.
Alfonso VIII, el vencedor de los almohades en las Navas de Tolosa, y los judíos emigrados de Al-Andalus por culpa de los almohades, paradójicamente, abrieron las puertas a este nuevo estilo que se acusa en el mudéjar toledano. Actualmente las cinco naves de Santa María la Blanca aparecen cubiertas con techumbres de madera.
La central, más elevada, es una sencilla armadura par y nudillo con vigas pareadas sobre canes o asnados. A excepción de la que cubre la nave izquierda, con un solo faldón, las demás son simples armaduras a dos aguas de las llamadas de parhilera
Balbina Caviró MartÌnez
Correspondiente
http://www.realacademiatoledo.es/files/toletum/0101/15.pdf
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