Por su personalidad histórica, la moneda visigoda tiene enorme importancia, pues documenta y representa un periodo histórico, el de la corona gótica, inicio de una Hispania como país independiente, con soberanía propia y origen y prólogo de la monarquía asturiana y de las posteriores monarquías cristianas peninsulares.
Para entender la moneda visigoda debemos hacer unas breves consideraciones sobre la trayectoria histórica del pueblo visigodo. Desde el s. I a.C., se producen unas migraciones masivas procedentes del norte de Asia a el norte de Europa, debido principalmente a la dureza del clima, para desde allí avanzar hacia el mediodía y occidente, empujando a migraciones anteriores y pueblos autóctonos a climas más cálidos (figura 1).
El pueblo godo procedía de Escandinavia y durante siglos avanzó hacia el sur, asentándose primero en la costa sur del Báltico, entre el Oder y el Vístula, ocupando después del 200 las estepas del norte del mar Negro y convirtiéndose en uno de los principales enemigos del Imperio Romano, siendo el pueblo que más veces intenta traspasar sus fronteras.
El decadente Imperio Romano de la segunda mitad del siglo IV, con evidentes síntomas de relajación, debilidad y falta de disciplina en su ejército, amenazado por la irrupción hostil de un nuevo pueblo procedente de las estepas de Tartaria y de las orillas del mar Caspio, el más salvaje de todos, los hunos, admite a los visigodos como federados, acogiéndoles en las despobladas tierras de Moesia, comenzando entre ambos pueblos una relación de amor-odio, alianzas y enfrentamientos que en definitiva y para el tema que nos ocupa, dará como resultado que conozcan las ventajas y la calidad de vida de una civilización superior, como era la romana y a partir de ese momento, su obsesión será vivir como ellos, imitándoles hasta en el diseño de sus monedas.
Hay que remarcar que éste pueblo ya estaba perfectamente delimitado en dos grupos: los ostrogodos, o godos orientales que se asentarían en los territorios ucranianos, y terminarían instalándose en Italia, y los visigodos, o godos occidentales, asentados al oeste del Dniéster.
Serán estos últimos los que mantengan las relaciones con Roma y los que finalmente se asienten en Hispania. En el año 395, muerto Theodosio el Grande, Alarico es proclamado primer rey de los visigodos.
Ese mismo año se divide el Imperio en Oriente y Occidente y nace Atila. A principios del siglo V, entre los años 409 y 414,siendo rey Ataulfo, los visigodos entran por primera vez en Hispania, donde van a permanecer durante 3 siglos. En esos momentos, se encuentran asentados en el actual sur de Francia, donde habían fundado el reino de Tolosa.
Además de la circunstancia anteriormente expuesta, los visigodos copian la moneda romana, para que fuese admitida allá por donde fueran, ya que desde que cruzan el Danubio hasta que se establecen en Hispania anduvieron 40 años por diversas provincias romanas, el Ilirico, Italia y la Galia.
Las monedas de imitación parece que comienzan a acuñarse entre los reinados de Teodorico II (453-466) y Eurico (466-484), es decir, en el tercer cuarto del siglo V.
El perfil de cualquiera de estos dos reyes era el idóneo para que esto ocurriese, aunque por diferentes motivos, Teodorico II era el rey amigo de Roma, pues llevó a cabo una política totalmente prorromana, y Eurico fue el primer rey prácticamente independiente de cualquier poder exterior romano, quien dio un toque de modernidad y civilización al pueblo visigodo, compilando un importante cuerpo legislativo, el Código de Eurico, donde se fundían tradiciones y derecho germanos y romanos, y que permitirá que los visigodos sean gobernados por algo más que costumbres orales, dándoles identidad y personalidad propias.
En cualquier caso, y aunque fuera solo nominalmente, los visigodos seguían siendo súbditos del Emperador, y por lo tanto las monedas que van a acuñar son imitaciones del circulante romano, donde siempre va a aparecer el tipo y el nombre del emperador reinante.
Estas piezas eran sólidos áureos de 4,54 g de peso teórico y tremisses o 1/3 de sólido de 1,513g, pertenecientes al vigente sistema monetario constantiniano.
En la figura 2, vemos un sólido áureo de Valentiniano III y dos sólidos áureos de imitación a nombre del mismo emperador, probablemente realizados en Aquitania o en el mediodía galo.
Cuando a principios del siglo VI los visigodos son derrotados por el rey franco Clodoveo en la batalla de Vouillé (507) y pierde la vida el rey visigodo Alarico II, deben trasladar su centro de poder a Hispania, ya que esta derrota supuso el fin del reino de Tolosa.
Pero para la creación de un reino visigodo en Hispania primero tendrán que enfrentarse a las tribus de los vándalos, suevos y alanos que habían llegado anteriormente. Los suevos se concentraron en la provincia de la Gallaecia y consiguieron permanecer independientes durante más de siglo y medio hasta su fusión con los visigodos.
A mediados de siglo VI los visigodos están asentados plenamente en el centro y sur de la península. El rey Agila (549-555) gobierna principalmente desde Sevilla y Mérida, siendo su sucesor Atanagildo (555-567), quien convierte a Toledo en la capital del reino visigodo hispano.
Y parece que fue en este reinado cuando se produjeron las primeras acuñaciones (figura 3), que seguían siendo imitaciones, en este caso de la moneda imperial bizantina, realizadas a nombre de los emperadores Anastasio (491-518), Justino I (518-527) y Justiniano I (527-565).
Hay que recordar que en Roma la acuñación de moneda estaba reservada al emperador, y su importancia era tal que adquirió un carácter sagrado e inalienable. Por ello los pueblos germánicos sólo acuñaban moneda de oro a nombre del emperador bizantino, como una especie de reconocimiento de su superioridad teórica en unas regiones que formaban parte del antiguo Imperio, y donde ellos se habían asentado con el “beneplácito” más o menos forzado de la autoridad imperial.
El que sólo se fabricara moneda en oro obligaba a que los intercambios medios y menores, centrados en el uso del numerario de plata y bronce, se siguieran haciendo con la tradicional moneda imperial romana.
Fueron prácticamente 150 años los que tuvieron que pasar hasta la llegada al trono de Leovigildo (568-586), asociado a éste por su hermano Liuva I, para poder hablar de la unificación de todos los territorios hispanos bajo el cetro visigodo. Y es hacia el año 570, en tiempos de esta corregencia de los hermanos Liuva I y Leovigildo (568-573), cuando la moneda visigoda adquiere personalidad propia, aunque continúa utilizando los patrones metrológicos y estilísticos de Bizancio.
Se abandona la acuñación del sólido y desde entonces sólo se labrarán trientes de oro, con un flan más fino y por lo tanto de mayor diámetro.
JESÚS VICO Mª CRUZ CORES
http://www.numisane.org/Gaceta/GN169.pdf
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