Estamos en el segundo cuarto del siglo XIII. Reina Fernando III el Santo y la mozarabía toledana ha ido adquiriendo progresivamente un mayor protagonismo en la sociedad.
Tienen, además del título de nobleza por el hecho de ser mozárabes, numerosas propiedades rústicas, debido a las recompensas y a la necesidad imperante de repoblar el territorio reconquistado.
Tienen, además del título de nobleza por el hecho de ser mozárabes, numerosas propiedades rústicas, debido a las recompensas y a la necesidad imperante de repoblar el territorio reconquistado.
Y, asimismo, propiedades urbanas, y, diversos negocios en la ciudad. Son dueños de hornos, alfarerías, tiendas y casas, conformando una sociedad burguesa que no estaba reñida con otras actividades, como la clerecía.
El arzobispo don Rodrigo Jiménez de Rada decidió la demolición de la mezquita aljama. Y especialmente conforme a los planos de Petrus Petri se inicia la catedral gótica de Toledo que hoy admiramos. Las donaciones para esta gran obra empezaron a multiplicarse por parte de la mozarabía, la cual adquiere y paga las primeras capillas funerarias, como demuestra, por ejemplo, el sepulcro de Fernando Gudiel y diversas lápidas del siglo XIII conservadas hoy en la capilla de San Eugenio, como veremos.
Las limosnas son generosas. Por entonces la presencia de mujeres mozárabes en los conventos tiene un protagonismo indudable, como ocurrió en San Clemente con las Cervatos, cuyo escudo todavía puede verse en la decoración mural de una de sus estancias. Por otra parte, los sufragios por los difuntos eran tan numerosos que debían condicionar la actividad diaria de los fieles.
El linaje de los Illán empieza a tener entidad histórica indiscutible a partir de comienzos de segundo cuarto del siglo XII. Por entonces vivía ya en la colación de San Román, parroquia existente, al menos, desde 1125. Finalizaba el reinado de doña Urraca, hija y sucesora de Alfonso VI, muerta al año siguiente, y se iniciaba el reinado de su hijo Alfonso VII, el Emperador.
Poco después, a partir de 1128, Toledo sufría el ataque de los almorávides, en tres ocasiones, quienes llegaron hasta el castillo de San Servando9 , importante construcción cuyo aspecto actual corresponde, como es sabido, a la restauración realizada mucho después por el arzobispo Tenorio (m. 1399).
Aunque a las parroquias mozárabes se pertenecía por el linaje, curiosamente los Illán fueron feligreses de la parroquia latina de San Román. Tal vez la razón de esta excepción se debiera a la localización de sus casas, las llamadas «Casas de San Román», muy extensas y de interesantísima historia. Casas que, a través del tiempo, se fueron fraccionando.
Documentado entre 1142 y 1208, fecha de su muerte, el alguacil alcalde Esteban Illán es el hijo más destacado de Illán Pétrez de San Román. Leemos por primera vez su nombre cuando, juntamente con otros de sus hermanos y cuñados, se vio favorecido con una parte de la aldea de Xileque, donada por Alfonso VII para su repoblación, en 1142. En 1146 figura como repoblador de Campo Rey.10 De 1163 es su propia firma, en árabe, suscribiendo el aniversario de su padre.
Y en 1166 –fecha que coincide con la expulsión de la ciudad de Fernán Ruiz de Castro–, figura como alguacil. Como tal, confirma la donación hecha por Alfonso VIII a Juan Zabateiro de una tienda de la alcaicería, situada entre las tiendas de los guarnicioneros o sellarios y la Espartería. Por entonces el alguacil Esteban Illán colaboró de manera fundamental, según la tradición, en la proclamación de Alfonso VIII, niño, desde la primitiva torre de San Román, llevada a cabo por el tutor del monarca, Nuño Pérez de Lara. Éste era, a la sazón, regente del reino y tenente de Toledo, como lo había sido su hermano, Manrique Pérez de Lara, desde 1144 a 1162.
El citado conde Nuño Pérez de Lara es quien defendió a los hijosdalgos del tributo de 5 mrs. que el rey quiso cargar a cada uno para el cerco de Cuenca. En Toledo fue propietario de un palacio cercano al alcázar, en Zocodover, y de muchos heredamientos en el reino. Entre ellos el de Alcabón, cerca de Santa Olalla que, juntamente con su mujer doña Teresa, cedió a la Santa Iglesia de Toledo, en la que dotó su propio aniversario, fundando además la capilla de Santo Tomás de Canterbury, como hemos dicho. Con el mismo fin acabó donando a la Catedral sus casas de Zocodover –1177–.
Previamente, el año anterior, el arzobispo don Cerebruno, con el asentimiento de los canónigos, le había cedido, de por vida, a cambio del precio simbólico de 5 mrs. anuales, las casas de la colación de San Nicolás que habían pertenecido a la infanta doña Sancha y que ésta había donado a la Santa Iglesia de Toledo. Aunque Nuño Pérez de Lara no muere hasta 1177, en el sitio de Cuenca, un sobrino suyo, Pedro Manrique de Lara, aparece como tenente en 1173.
A Esteban Illán le tocó vivir, por lo tanto, el cambio operado en la ciudad tras retornar a la parcialidad de los Lara y, en definitiva, de Castilla, después del paréntesis de cuatro años –entre 1162 y 1166– en que Toledo estuvo sometida a Fernán Ruiz de Castro, al servicio éste del rey de León Fernando II.
La citada tradición, según la cual Alfonso VIII, en su niñez, fue proclamado rey desde la primitiva torre de San Román, por Esteban Illán, se relaciona con estos hechos. Indudablemente los Illán favorecieron tal proclamación, especialmente don Esteban, así como la caída de los Castro. Alfonso VIII recompensó de inmediato a Esteban Illán, quien el 25 de octubre de 1166 figura ya como alguacil.
Además le concedió cuatro tiendas del rey, las salinas de Peralejo y Abejares, los castillos de Zudarrahoz, Albadalejo y Castrejón, y la tenencia de las puertas del Cambrón y de Bisagra. Asimismo don Esteban fue señor de la Torre de Esteban Ambrán. Dada su posición de alguacil alcalde, Esteban Illán, contemporáneo del rey castellano Alfonso VIII (1158-1214), aparece confirmando numerosos documentos.
La buena posición económica de nuestro personaje y su devoción al rey explican los muchosmaravedises que prestó a Alfonso VIII, y que éste, entre sus mandas testamentarias, incluyera el reembolso de esas cantidades al alguacil alcalde don Esteban, conforme a las cartas que éste poseía con el sello real.
Según los Anales toledanos I, Esteban Illán murió la noche del 11 al 12 de noviembre, día de San Martín, de 1208, sobreviviéndole muchos años su última esposa, Setí, la cual, al parecer, en 1192, tenía un mesón en el barrio de San Ginés donde se vendía loza. La vida de ésta se prolongó, al menos, hasta 1220, fecha en que, juntamente con su hija Leocadia Estébanez, vendió una casa de su propiedad, en el barrio de Santa Eulalia, a doña Justa, viuda de Juan Salvatierra, «el Carretero», por 31 mizcales de oro alfonsíes.
Pocos días antes de morir Esteban Illán, el 28 de agosto del mismo año, había fallecido el arzobispo don Martín de Pisuerga que ocupaba la silla toledana desde 1192. Ninguno de los dos alcanzó a conocer el triunfo de Alfonso VIII en las Navas de Tolosa frente a los almohades (1212), con la previa acampada de las huestes cristianas en la Almunia Regia o Huerta del Rey.
En la vieja pugna existente entre los elementos reconquistadores, castellano-leoneses y francos, esencialmente, de un lado, y la población mozárabe, de otro, sin duda capitidisminuida en un principio a pesar de la concesión de su propio fuero, los Illán y otras familias del patriciado mozárabe se fueron progresivamente afianzando en la política y en la iglesia toledana. Contribuiría a ello, primeramente, el peligro común ante los ataques almorávides, la caótica situación del reinado de Sancho III y, finalmente, el peligro almohade. El protagonismo mozárabe se percibe ya claramente desde comienzos del último tercio del siglo XII, a partir del reinado de Alfonso VIII, y culminaría cuando Gonzalo Pétrez «Gudiel», descendiente del linaje de los Illán, ocupó la silla toledana en 1280, como veremos. A través de los textos sabemos que Esteban Illán tuvo dos esposas, Gracia y Setí. Y están documentados hasta nueve hijos.
En varios casos desconocemos el nombre de la madre. No sabemos si son hijos de las citadas Gracia o Setí, de alguna otra esposa o si se trata de hijos naturales o bastardos. La hija mayor de Esteban Illán fue Loba o Lupa Estébanez.
No sabemos quién fue su madre. Documentada entre 1180 y 1234, en la primera de estas fechas su marido, Gonzalo Vicente, también mozárabe, vende una viña en Alaitique, y en 1195, viuda ya, funda su propio aniversario y el de su esposo, dando a los canónigos de Santa María dos casas alogeras compradas a don Paris, hijo de don Pedro de Tolosa, una en la colación de San Justo y otra en el Pozo Amargo, si bien le pide seguir teniéndolas mientras viva, a cambio de un censo anual de 3 mrs. Hijo de Loba y del caid Gonzalo Vicente fue Diego González, casado con otra Loba, padres de Orabona, segunda esposa de Gonzalbo Gil.
El último dato que tenemos de Loba Estébanez –1215– nos la muestra como albacea testamentaria de Lope Rodríguez, arcediano de Huete. Además de Loba, están documentados otros siete hijos de Esteban Illán, de los que ignoramos el nombre de su madre: Illán, Martín, Juan, Pedro, Alfonso, García y Gonzalo. Atendiendo a los documentos, el alcalde Illán Estébanez fue el hijo mayor varón de don Esteban, puesto que en vida de su padre ocupaba ya un lugar destacado en la sociedad toledana. Era juez en 1185.
En 1192 testificaba en árabe, juntamente con don Esteban, en un documento por el que el cabildo de Santa María cambia unas casas con los adelantados del barrio de los francos. Propietario de un prado cercano al convento de San Pedro, debajo de la Puerta de los Judíos y lindante con un huerto llamado de Alhofra –de la fosa– que adquiere al primado Martín López de Pisuerga, antes de morir su padre, compra a don Alfonso Meléndez b. Lampáder y a la madre de éste, María Peláez, un molino –1204–. Don Illán como alcalde intervino en la reclamación que el citado Alfonso hizo a su madre.
El nombre del alcalde Illán Estébanez se lee en otros documentos posteriores. Y en uno, fechado en 1226, se alude a él como fallecido. Casado con Luba, ésta debió morir antes de 1283. Ambos tuvieron larga sucesión, entre la que destacamos a Solí Illán, casada con Gutier Fernández, antepasados de los condes de Orgaz. Y a Per Illán, antepasado de otro ilustre toledano, el citado arzobispo Gonzalo Pétrez «Gudiel». Volviendo a los hijos de Esteban Illán, cuya madre ignoramos, hay que aludir también a Juan Estébanez casado con María Salvadores.
Estos son antepasados de los Álvarez de Toledo, luego duques de Alba. Abundantemente documentado está también Gonzalo Estébanez, canónigo, tesorero de la Catedral de Toledo y arcediano de Madrid.
Como tesorero, a partir de 1207, confirma numerosos documentos y sus adquisiciones de propiedades fueron abundantes. Su ascenso al arcedianato de Madrid data de julio de 1215. Una de las últimas noticias de su vida nos lo muestra suscribiendo la entrega, con carácter vitalicio, que hace el arzobispo don Rodrigo a favor de fray Gonzalo García, familiar de Honorio III. Gonzalo Estébanez casó con Dominga, hija de Juan b. Harem, indudablemente otro mozárabe. En el Museo Arqueológico Nacional se conserva la lápida de un Gonzalo Estevan, muerto en la era de 1246, que tal vez corresponda a este hijo de Esteban Illán.
De forma fehaciente tenemos constancia del matrimonio de Esteban Illán con Gracia González, hija de Gonzalo Álvarez y Orabona. Conocemos asimismo los nombres de los cuatro hijos de ambos, dos varones, Lope y Miguel Estébanez y dos hijas, Urraca y Orabona Estébanez. El más destacado fue Miguel, canónigo, arcediano de Calatrava y deán de la Santa Iglesia de Toledo, perfectamente documentado entre 1213 y 1254.
Vecino de la colación de San Román, como su padre y su abuelo Illán, Pétrez de Sancto Romano, en 1221, siendo ya arcediano de Calatrava, fundó su propio aniversario, por el que donó al arzobispo Jiménez de Rada las propiedades de Alfita, las de Camarena adquiridas a su hermana Urraca, la cuarta parte de Arevalillo y la huerta del Granadal.
En recompensa el arzobispo le cedió a él Camarena de Suso de forma vitalicia. El carácter de nuestro deán Miguel Estébanez se puso de manifiesto en unos hechos acaecidos en 1238. Juntamente con el cantor del cabildo se querelló contra el clero de la ciudad, basándose en ciertos abusos cometidos por éste. El primero era que tal clero se había negado a llevar procesionalmente, como era costumbre, las reliquias de San Eugenio en la fiesta de la Traslación –12 de febrero–.
Los clérigos se habían negado también a asistir en la Catedral, llamada por entonces Iglesia de Santa María, a las celebraciones del Miércoles de Ceniza y del Viernes Santo, a la recepción de la ceniza y a la adoración de la Cruz, respectivamente. Otra acusación a los clérigos se basaba en que éstos habían encendido luces y repicado las campanas el Sábado Santo, antes de que se iniciaran los actos religiosos en la Santa Iglesia. Y que el Domingo de Resurrección habían organizado procesiones, anteriores también a las de la Catedral.
Ante esta insumisión de los clérigos, el arzobispo Jiménez de Rada les ordenó que se atuvieran a las costumbres establecidas. Pero conciliador, frente a la actitud más inflexible del deán Miguel Estébanez, autorizó a que los clérigos de Toledo pudieran tener capellanías en la Catedral, derecho que les había negado el deán sin que existiera ninguna base jurídica para ello.
Estos hechos prueban la vieja pugna existente entre los canónigos de la Catedral y el clero de las parroquias que ya se había puesto de manifiesto en la época del arzobispo Cerebruno (1167-1180). Se ha supuesto que el deán Miguel Estébanez murió en la primavera de 1249. Sin embargo se le menciona en 1256 11. Al evocar la vida de este deán toledano de la primera mitad del siglo XIII es inevitable recordar la efigie de su padre, Esteban Illán, representado en una de las bóvedas de la girola de la catedral (fig. 1).
La pintura mural que hoy vemos en ese lugar es obra de Narciso Tomé –siglo XVIII–, la cual sustituyó, como es sabido, a la primitiva del siglo XIII. Mucho después fue restaurada por el Duque de Alba. Con esta obra la Catedral parece rendir homenaje al insigne toledano, tal vez por su participación en la entronización de Alfonso VIII niño, o por su defensa de los privilegios toledanos ante el mismo monarca, como sugiere Parro, aunque parece que esta defensa se debió principalmente al conde Nuño Pérez de Lara.
No es descabellado pensar que el primitivo retrato del ilustre don Esteban, con sus armas –tres fajas sangrientas, y por orla unos jaqueles blancos y azules–, se hiciera precisamente durante el deanato de su hijo Miguel Estébanez. Sin embargo, cuando el capitán Guzmán, en su armorial del siglo XVI conservado en el Instituto de Valencia de Don Juan, representa tales armas de Esteban Illán, sustituye las fajas por los palos (fig. 2).
Setí, la otra esposa de Esteban Illán
Al margen de los numerosos hijos anteriores de Esteban Illán, de su segunda esposa, Setí, tuvo otra hija, Leocadia, que parece haber sido el último vástago, ya que en 1220, cuando la madre y la hija venden una casa en el barrio de Santa Eulalia, que habían heredado con el resto de los bienes del citado alguacil alcalde, es aún menor. Leocadia, hija de Esteban Illán y Setí, fue propietaria también de una casa en el barrio de San Nicolás, cercana a Zocodover y a la puerta de Tefalín, lindante con casa de Pedro Juanes, hijo de María Gudiel y Juan Pétrez o Tente Juanes, que vende en 1247.
Casada con Fernán Pérez, Leocadia era ya viuda en 1256. De este matrimonio nacieron cuatro hijos, María Fernández, monja en San Clemente, Pedro Fernández, alcalde de Toledo, Urraca Fernández, casada con Lope de Velasco, y Gonzalo. Al enviudar parece que Leocadia llegó a ser priora del monasterio de San Clemente.
Erróneamente se viene repitiendo que Mayorí, casada con el alguacil Fernando Gudiel, enterrado en el original sepulcro mudéjar de la capilla de San Eugenio de la Catedral (m. 1278) (fig. 3), fue hija también del célebre Esteban Illán. Tal afirmación se debe basar en la avenencia de 1260 entre el arzobispo don Sancho y el alguacil alcalde Fernando Gudiel, en representación éste de su esposa Mayorí, hija del fallecido alguacil alcalde Esteban Illán, sobre la propiedad de la alquería de Bugiel o Buchiel –luego llamada Ventosilla– y de Colmenar. Sin embargo creemos que se trata de otro Esteban Illán, documentado como alcalde en 1224 y que consta como muerto en 1260.
Tanto Esteban Illán como sus esposas y descendientes fueron feligreses, como hemos dicho, no de una parroquia mozárabe sino de una parroquia latina –una de las más importantes iglesias mudéjares de Toledo–, la de San Román, parroquia que dio nombre a las casas principales situadas en el entorno del templo. Otros mozárabes destacados, curiosamente, tampoco fueron feligreses mozárabes, como, por ejemplo, los ben Furón, parroquianos de Santa Leocadia. En tiempos de Esteban Illán, San Román ni tenía la torre que hoy vemos, ni las tres naves que hoy posee. Según los Anales Toledanos II, esta iglesia fue consagrada en 1221 por el arzobispo Jiménez de Rada.
Y en los documentos de González Palencia se cita San Román a partir de 1225. Creemos que la mencionada consagración tuvo lugar probablemente después de la ampliación de un templo ya existente. El primitivo templo sería de una sola nave y en la citada reforma del primer tercio del siglo XIII se le añadirían las dos naves laterales, según Torres Balbás.
Al parecer, la lápida más antigua encontrada en la iglesia es de 1227, pero como desconocemos su emplazamiento original, esta fecha nos ayuda sólo relativamente a la datación de las obras. No sólo la ampliación del templo sino la torre, o al menos la parte alta de la misma, que hoy vemos, han de pertenecer a esa época que corresponde ya al reinado de Fernando III (m. 1252).
Corroboran esa datación –fines de la primera o comienzos de la segunda década del siglo XIII– los soportes de las arquerías del templo que hoy vemos, consistentes en pilares con dos columnas adosadas, de clara ascendencia almohade, similares a los de la mezquita de la Qutubiyya de Marrakes. Si Esteban Illán murió, como hemos dicho, en 1208, no pudo conocer tal ampliación.
Se han querido ver restos de su tumba en una capilla situada en el lateral de la epístola de San Román, pero los citados pilares con columnas adosadas invalidan tal hipótesis, ya que esta modalidad de soportes, insistimos, nos conduce inexorablemente al siglo XIII más avanzado, cuando se puso de manifiesto la influencia de la arquitectura almohade en el arte mudéjar.
Por lo tanto, Esteban Illán no pudo ser enterrado en la tumba propuesta, porque esa nave de la epístola, según Torres Balbás, no estaba construida por entonces. Su posible enterramiento de San Román, al menos el original, habría que situarlo en otro lugar del templo. En cuanto a la posibilidad de que San Román, basándose en sus arcos de herradura, fuera mezquita con anterioridad –otra hipótesis formulada– no es admisible tampoco por la razón citada: la modalidad de soportes utilizados, de estilo almohade. Y, por otra parte, en la segunda mitad del siglo XII es impensable la construcción de una mezquita en Toledo.
De su posible ascendencia visigoda sólo nos restan en San Román algunos capiteles de este estilo en la citada ampliación, junto a otros clasificados por Camón Aznar como bizantinos y mozárabes, por lo que habría que basar tal hipótesis en unos argumentos de más peso, de los que hasta hoy carecemos.
Al discurrir por la cercanía de San Román y de las Casas de San Román, hoy Casa de Mesa y sede de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas, ¿como no evocar a Esteban Illán, a sus esposas Gracia González y Setí y a su numerosa descendencia? Si recordamos a estos personajes, el lugar adquiere nueva vida y podemos saborear con más intensidad la interesantísima iglesia de San Román, paradójicamente parroquia latina que no mozárabe, de la cual fueron feligreses en la Baja Edad Media los miembros de este linaje.
BALBINA C AVIRÓ M ARTÍNEZ ARTÍNEZ
Correspondiente
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