Los hechos nos hablan de dos lentos procesos paralelos, la islamización religiosa y la arabización cultural
Dos posturas se han mantenido en el ámbito académico respecto a la invasión musulmana de España: la de una conquista devastadora –idea romántica- y la de una ordenada imposición cultural y religiosa de la civilización árabe desde el primer momento –opinión de algunos historiadores actuales.
Frente a estos puntos de vista, los hechos nos hablan de dos lentos procesos paralelos, la islamización religiosa y la arabización cultural, siendo el primero más rápido que el segundo.
La islamización religiosa Debemos tener en cuenta que en el año 711, momento de la entrada de los musulmanes en España, ni siquiera la conquista de Marruecos se había completado del todo; en efecto, los bereberes que llegaron a la península sólo se encontraban parcialmente islamizados, e incluso algunas tribus aún abrazaban la religión cristiana.
También es importante a este respecto analizar la opinión que el Islam merecía entre los no musulmanes de la época. En primer lugar, está claro que el propio Islam se declara una religión monoteísta abrahámica:
¿Quién hay más hermoso en la religión que aquél que somete su faz ante Dios, hace el bien y sigue la doctrina de Abraham, pues Dios tomó a Abraham por amigo?(Corán, 4, 124/127).
Por otro lado, la tradición habla de contactos directos de Muhámmad con monjes y clérigos cristianos. En la época en que el Profeta empezó a predicar (siglo VII), muchas tribus árabes se habían convertido al cristianismo (entre ellas, los Banu Lahmy los Gasan).
Además, Arabia era paso obligado de caravanas cristianas, y el propio Muhámmad visitó numerosas ciudades cristianas mientras estuvo al frente de la caravana de su primera esposa Jadiya –cuyo primo, el célebre Waraqa, era cristiano, al igual que algunos miembros de la tribu de los Qurays, a la que pertenecía Muhámmad.
Las tradiciones también nos narran encuentros personales de Muhámmad con ilustres intelectuales cristianos de la zona, como el monje benedictino Bahirao el obispo Kuss ibn Saida. No es de extrañar, pues, que el material utilizado por Muhámmad para la construcción espiritual del Islam procediera en gran parte del mundo de las representaciones, común al judaísmo y al cristianismo; baste recordar, a tal efecto, la aparición del arcángel Gabriel ante el Profeta.
Por otro lado, las aleyas o versículos del Corán hablan abundantemente de Jesús como un profeta muy estimado por Dios, e incluso hacen referencia a la virginidad de María:
¡Oh, María! Dios te ha elegido y te ha librado de toda impureza. Te ha elegido sobre todas las mujeres del mundo. (3, 37/42)
¡Oh, María! Dios te albricia con un Verbo, emanado de Él, cuyo nombre es el Mesías, Jesús, hijo de María. (3, 40/445)
El Negus, un cristiano monofisita que era señor de Abisinia, dijo del Islam lo siguiente: “la fuente de esta luz es la misma que la del mensaje de Jesús”.
Vemos que son significativas las coincidencias doctrinales entre Islam y cristianismo. Es cierto que para el Islam Jesús no es el Hijo de Dios, pero no es menos cierto que varias herejías de la época, como el arrianismo o el monofisitismo, también lo negaban. Ello hace comprensible que San Juan Damasceno, gran conocedor del Islam, escribiese en el año 743 sobre la religión de Muhámmad y la tildase de herejía del cristianismo en el capítulo 110 de su Fuente del Conocimiento.
La mención hecha del arrianismo debe remitirnos a los hispano-visigodos, que habían practicado tal herejía hasta los recientes tiempos de Recaredo. Y la unificación católica emanada del III Concilio de Toledo no eliminó todo rastro de herejía en las tierras ibéricas, como atestigua San Isidoro en su tratado De haeresibus.
Todo lo dicho anteriormente nos permite afirmar que la enemistad entre cristianismo e islamismo no se debe a causas ideológicas, sino políticas. Además, no es en España donde se produce la máxima tensión, sino a partir de las Cruzadas.
Otro factor importante es la tolerancia de Mahoma hacía las otras dos religiones monoteístas, el judaísmo y el cristianismo, a cuyos fieles el Corán llama “gentes del Libro”.
Vistas estas circunstancias, no tiene porqué sorprendernos la relativamente rápida conversión al Islam de un sector de la población visigoda.
La arabización cultural
Este otro proceso, en el año 711, había dado sólo sus primeros y tímidos pasos en el Magreb (el Occidente islámico). Ni siquiera Oriente se hallaba plenamente arabizado: allí faltaban años para la codificación lingüística y literaria del árabe por la escuela de Basora, y aún más tiempo para el nacimiento de al-Jahiz, primer prosista árabe de alcance universal.
La introducción del árabe como lengua de comunicación entre hispanos, bereberes y árabes fue muy tardía, al igual que en Oriente: el califato omeya de Damasco tardó alrededor de un siglo en abandonar el griego como lengua oficial administrativa en beneficio del árabe.
Es lógico por tanto que a principios del siglo VIII la lengua oficial en el Occidente islámico y en la Península Ibérica siguiera siendo el latín, y la lengua conversacional un romance primitivo. Las primeras monedas de oro acuñadas en al-Ándalus por los musulmanes llevaban inscripciones latinas como la siguiente: Non Deus nisi Deus solus (traducción de la fórmula islámica la ilaha illa Allah, “no hay Dios, sino el único Dios).
La evolución política y cultural de la España musulmana
Es sumamente verosímil que el detonador de la invasión musulmana de España fuera un pacto entre los visigodos partidarios de Agila, el desposeído hijo de Witiza, y Tariq ibn Ziyad, gobernador musulmán de Tánger. Este pacto no debe parecernos antinatural, pues los visigodos pedían ayuda a una comunidad que practicaba una herejía del cristianismo parecida al arrianismo, según el sentimiento de la época, y que hablaba una lengua romance.
Esta llamada de socorro derivó ciertamente en una verdadera conquista. Algunos nobles visigodos –pertenecientes principalmente al partido witiziano- pactaron con los invasores y mantuvieron sus bienes, su autoridad y su religión a cambio de un tributo.
El poderoso señor Teodomiro gobernó de esta manera en la zona de Alicante y Valencia desde abril del año 713, y esa autonomía perduró hasta el año 831. Otros nobles pactaron, como Ardobastro, primer conde de Andalucía; y las crónicas nos hablan de nobles godos en la época de al-Haqam II(961-976), nombrando entre ellos a Rabia, Jidmir y Servando.
De otra parte, muchos nobles optaron por convertirse al Islam, eludiendo así el tributo aplicable a los cristianos. Un ejemplo muy relevante fue el conde Casio, fundador en el siglo VIII de la dinastía de los Banu Qasi, la cual gobernó muchos siglos en la vertiente septentrional del valle del Ebro.
Tanto los nobles paccionistas como los muladíes mantuvieron sus privilegios, propios del proto-feudalismo de la última época visigoda.
En cambio, cuando los visigodos se oponían con las armas a la intervención musulmana y eran reducidos por el invasor, en tales territorios se instalaba un gobierno árabe-musulmán. En estos casos, no obstante, se mantuvo la estructura administrativa visigoda, e incluso los consejeros de los gobernantes musulmanes eran a menudo cristianos visigodos.
Más adelante, a partir de la formación del emirato de Córdoba por Abderramán I (756-788), se intentó fomentar la arabización cultural y política de la población hispánica. Los resultados fueron escasos, pese a los esfuerzos del emir Hisam I, que en 790 impuso la enseñanza del árabe y prohibió hablar y escribir en latín.
Todavía en el siglo IX la arabización no había cuajado, y artes como la medicina eran aún practicadas porsabios cristianos. La literatura árabe hispánica, por su parte, florece en los siglos VIII y IX con figuras como Abu-l-Mahsi, Yahya al-Gazzal y el célebre Ibn `Abd Rabbihi, autor de El Collar Único. Pero se trata, casi exclusivamente, de obras de temática y estilo orientales. Habrá que esperar al reinado del califa Abderramán III (siglo X) para asistir al esplendor intelectual y artístico de la España musulmana.
A partir de Abderramán II (822-852) el emirato de Córdoba adquiere el aspecto de un estado independiente. Esta tendencia a la centralización política provocó múltiples sublevaciones en las regiones autónomas proto-feudales supuestamente sometidas a Córdoba. Vemos cómo la España musulmana distaba de constituir un todo heterogéneo, aun cuando hacía más de dos siglos de la invasión. Las principales rebeliones, de corte exclusivamente político, tuvieron lugar en Toledo (desde 853), Mérida (868), Faro (888), etc. Musà ibn Musa, de la dinastía Banu Qasi, se proclama “tercer rey de España” desde Zaragoza.
Será a partir de Adberramán III (siglo X), soberano del ya califato de Córdoba, que al-Ándalusse convierte en un estado unitario árabo-islámico, con una estructura administrativa homogénea y un ejército regular.
Hasta ahora hemos dejado a un lado el papel de los incipientes reinos cristianos del norte. Éstos no asumieron una identidad propia, que podríamos llamar nacional y que se opondría a la “España musulmana”, hasta el reinado de Alfonso III de León (866-910). Sólo entonces surge la idea de Reconquista y se comienza a hablar de la batalla de Covadonga como la salvación de España (Spaniae salus). Hasta ese momento persistía la idea pactista entre musulmanes y visigodos.
Paradójicamente a partir del siglo X, en que se consolida la dicotomía España cristiana-España musulmana, se intensifica el influjo de la cultura árabe en el ámbito occidental, y sigue habiendo simbiosis entre ambos mundos. Algunos personajes cristianos viven al modo árabe -como el conde Sancho García de Castilla- y otros son acogidos amistosamente en las cortes musulmanas –por ejemplo, Alfonso VI en Toledo y el mismísimo Rodrigo Díaz de Vivar en Zaragoza.
Conclusión
Los musulmanes penetran en España en 711, pero la islamización y arabización plena sólo se consolida en el siglo X, terminando prácticamente la dominación musulmana con la toma de Sevilla (1248) por Fernando III de Castilla y la conquista de Valencia (1238) por Jaime I de Aragón. Por tanto, el verdadero dominio de un pueblo completamente islamizado y arabizado se reduce a tres siglos, desde la segunda mitad del siglo IX hasta la primera mitad del siglo XIII, muy lejos de los ocho siglos tradicionalmente atribuidos a la Reconquista. Aquellos más de trescientos años, no obstante, supusieron una notable influencia cultural en España y, a través de España, en el resto de Europa.
05/10/2012 - Autor: Álvaro Galmés de Fuentes - Fuente: Nurain Magazine
http://www.webislam.com/articulos/78040-la_arabizacion_de_alandalus_sus_oscuros_origenes.html
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