El 9 de septiembre del año 1498 llegan hasta La Puebla de Almoradiel, en visita de la Orden de Santiago, los visitadores reformadores de la Orden don Lope Zapata, comendador de la Hinojosa, y Antón Sánchez Daza, capellán de Cubillana.
Desde la última visita del año 1495 han transcurrido tres años y medio; la población no ha aumentado permaneciendo los mismos 61 vecinos, los aproximadamente 305 habitantes, algo importante porque, al menos, La Puebla no se ha despoblado, esa era la primera preocupación y el primer miedo de la Orden de Santiago, la despoblación de sus villas, problema que persiste y se ha agudizado en la época que vivimos.
Iglesia y torre de La Puebla de Almoradiel. Foto de PH. Gégé
Otro hecho poblacional notable es que uno de los vecinos se eximía por hidalgo. ¿Puede ser este hidalgo un nuevo candidato a ser el Hidalgo de la Mancha por excelencia, don Quijote?
Si preguntamos a mi querido don Ángel Sepúlveda, escritor, poeta y cervantista, seguro que nos dirá que sí podría ser. No cabe duda que Cervantes pudo haber visitado Quintanar de la Orden; la cita en el Quijote al referirse a Juan Haldudo, y la cita muy extensamente en el Persiles, cuando hace referencia a sus parientes los Villaseñor; si Cervantes estuvo en Quintanar, también habría estado en La Puebla.
Dieron los alcaldes e regidores que ay de vesinos en el dicho lugar, sesenta y uno, e que el uno de ellos se ysime por hidalgo
El manuscrito habla muy claramente de la exención del hidalgo. En efecto, los hidalgos estaban exentos de pagar los pechos de pecheros, es decir los impuestos que pagaba la gente normal, labradores, jornaleros, trabajadores gremiales, etcétera, que solían ser, en la Mancha Santiaguista, el pedido ordinario y extraordinario, más la moneda forera, que se pagaban al rey; estos independientemente de todos los diezmos y prebendas que se pagaba al comendador, la Mesa Maestral y la iglesia.
Durante el próximo siglo XVI los ayuntamientos pleitearían con todos sus hidalgos para que demostrasen su hidalguía, puesto que, si no lo eran, suponía un ingreso extra en los impuestos que recaudaba el concejo; todos estos pleitos se trataron en la Real Chancillería de Granada, donde las villas de la Mancha estaban circunscritas.
Continuaban como caballeros de cuantía los vecinos Fernando García, Juan García de Diego García y Bartolomé Sánchez, a los que se incorporan otros tres, Diego Ortiz, Juan Sancho de las Casas y Fernando Martínez Pedroche.
A todos ellos se les da de plazo hasta el próximo mes de marzo, para que hagan acopio de armas y caballo, para cuando Sus Altezas les manden llamar para la guerra. El que se haya duplicado los caballeros de cuantía, es una indicación más de que los vecinos de La puebla están prosperando e incrementando sus rentas.
La Puebla de Almoradiel continúa como lugar perteneciente a la Encomienda de Corral de Almaguer. Es su comendador don Íñigo Manrique de Lara, que tiene delegada en la persona de Antón García de Ayllón, la procuración y mayordomía de su encomienda.
Un mandato muy importante que dan los reformadores de la Orden de Santiago en esta visita, es que los concejos no vendan sus dehesas, bajo pena de 10.000 maravedís.
Es una protección ecológica que ya se hace a finales de la Edad Media, para que ningún ayuntamiento pueda vender los terrenos concejiles comunales, al tiempo que se dictan leyes en contra de la tala de árboles, pastos de ganados de dehesas, caza y, por supuesto, la venta de las mismas. En el mismo mandato recogen que, cada año, renueven los mojones que tienen concertados con las villas vecinas.
E, así mismo, les mandaron que non vendan sus dehesas, so pena de diez mill maravedís para la Cámara e Fisco de Sus Altezas, syn que ayan liçençia de Sus Altezas
Así mismo, les mandaron que, cada año, renueven sus mojones que tienen entre los térmynos de esta villa e de otras partes, so pena de dos mill maravedís para la Cámara e Fisco de Sus Altezas
Iglesia parroquial de San Juan Bautista
Visitaron la iglesia parroquial, bajo la advocación de San Juan Bautista, y la encontraron bien reparada excepto en alguna parte de los muros que vieron como los cimientos estaban descarnados. Hay que decir que a las construcciones de esa época se les dotaba de una cimentación muy pobre; era muy normal abrir una zanja de una o dos varas de profundidad y rellenarla de cal y canto, ese era el soporte de estructuras de tanto peso y tan elevadas; al estar acostumbrados a hacer estas cimentaciones, cuando, a principios del siglo próximo, se comienzan a fabricar las iglesias de piedra, los maestros canteros encuentran numerosos problemas en la sustentación de bóvedas y columnas; sirva como ejemplo el pleito que mantuvo el maestro cantero maese Pedro López de Chavarrieta con el concejo del Quintanar, porque se caía una columna de la recién construida iglesia de Santiago Apóstol.
Habían hecho lo que se recomendó en la visita pasada, es decir, bajar las gradas del Altar Mayor. Además, construyeron un nuevo Sagrario junto a él; estaba hecho de yeso y estaba abierto porque no le habían puesto sus puertas.
Sin embargo, el campanario estaba sin terminar, no les había llegado el dinero para concluir la obra. Los visitadores mandaron que se terminase de hacer con las limosnas que pudiera aportar el pueblo.
Encargaron a los alcaldes, e regidores, e al pueblo que, con sus limosnas, ayuden e procuren a que se haga el campanario
La iglesia no disponía de cura párroco, el anterior, Antonio López, freire de la Orden de Santiago, había perdido el juicio y le habían tenido que llevar de allí. El concejo, provisionalmente y en espera que el Prior de Uclés nombrase nuevo cura párroco, había tomado los servicios de un capellán, fray Diego, fraile de la Orden de Santo Domingo, al que pagaban 4.000 maravedís al año por la administración de los sacramentos.
Además de esa cantidad, recibía el pie de altar, pan, vino y dineros, que se estimaba en unos 1.800 maravedís anuales, más la capellanía que instituyó Juan García de Almendros, que tenía una renta de ochenta ovejas, que se arrendaban por 800 maravedís cada año. De manera que el capellán estaba recibiendo unas rentas anuales de 6.600 maravedís.
Hicieron, más tarde, inventario de los ornamentos, vestimentas y libros de la iglesia. Nada había cambiado ni se había incrementado en cosa alguna desde la última visita. Solo aclarar que, las dos campanas, estaban colocadas sobre tres maderos, junto a la iglesia. Las posesiones de tierras para la fábrica de la iglesia tampoco habían variado, seguían sin sembrarse ni arrendarse.
Tomaron las cuentas al mayordomo de la iglesia Diego Ortiz, que había sido elegido desde el año de 1495 hasta esta fecha. Dio que había a favor de la iglesia 2.010 maravedís, más 16 fanegas y 2 celemines de trigo, más 9 fanegas de cebada, de las rentas y limosnas, menos los gastos ocasionados.
Los reformadores mandaron al mayordomo que encargase una caja de plata de medio marco, donde se pudiera guardar el Corpus decentemente dentro del Sagrario, y que se mantuviera cerrado poniendo unas buenas puertas pintadas con su cerradura. Mandaron que encuadernase algunos de los libros de la liturgia que se estaban estropeando por el uso. Le dieron de plazo hasta la próxima Pascua de Navidad.
Ermita de la Magdalena
En el término de la villa había una ermita que llamaban de la Magdalena. Situada en un cerro hacia el río Gigüela, todavía existe el topónimo Camino Alto de la Magdalena.
Tenía de posesión unas viñas que rentaron este año diez arrobas de vino, y unas tierras que rentaron siete fanegas de pan, de trigo y cebada a partes iguales. Poseía 38 cabezas de ganado entre ovejas y cabras, que las tenía arrendadas a Diego Carbonero por 450 maravedís al año.
Junto al río Gigüela era dueña la ermita de un puente, que cuando el río traía mucha agua pasaban por él los ganados serranos que iban a extremo; cobraban de limosna, por el portazgo, tres o cuatro maravedís por cada ganado, lo que suponía una renta anual próxima a 300 maravedís.
E tiene, junto con la dicha hermyta, en el río de Xivuela, una puente que quando viene el río cresçido, pasan por ella, a estremo, los ganados serranos, e danle de limosna, de cada rebaño, tres o quatro maravedís, y rentanle esta puente, segúnd es el año, e las tresçientas
Este puente que podría estar situado cerca del puente del molino Botifuera o ser ese mismo, posibilitaba el paso del ganado serrano que venía trashumando hasta los pastos de la extremadura de la Provincia de León, la actual Comunidad Autónoma de Extremadura, que en aquella época era como se llamaba, donde iban parte de los ganados serranos a pasar el invierno.
Venían por esa Vereda Real y, en el término de La Puebla, tenían varios puentes para vadear el río dependiendo de las crecidas del mismo. La Puebla fue, por tanto, un lugar muy importante en el paso de ganados trashumantes, uno de los motivos de su riqueza futura.
Mapa del IGNE del año 1886. A trazo continuo la Vereda Real. A trazo de puntos, diversos puentes sobre el río Gigüela y tramo alternativo
Hasta el año de 1886 en términos de La Puebla se conocían: La Puente Vieja; Las Puentes, dos puentes sobre el Gigüela cerca del Molino del Pintado; los Puentes del Molino del Zurrón, el Puente del Molino de Pringazorras y el Puente del Molino de Botifuera, candidato a ser el puente perteneciente a la ermita de la Magdalena.
Mapa del IGNE del año 1886. La Puente Vieja, entrada de los ganados serranos en el término de La Puebla de Almoradiel
Tomaron cuenta al mayordomo de la ermita, que lo era desde el 22 de enero del año 1494, no menciona el nombre. Disponía la ermita de 6.123 maravedís; como se puede apreciar, tres veces más que la renta disponible que tenía la iglesia parroquial.
Mandaron al mayordomo que gastase el dinero en lo que más pudiera necesitar la ermita, con la aprobación de los alcaldes y regidores, o en la compra de tierras que pudieran suponer rentas adicionales, porque era cierto que la ermita se encontraba bastante bien reparada.
Casa Encomienda
Luego fueron a visitar una Casa de Bastimento que tenía la encomienda en la villa, que fue hecha después del mandato que hicieron los visitadores en la visita pasada de 1495.
Desde luego no la habían hecho como recomendaron y de acuerdo a las instrucciones de los reformadores. Era de tapiería de tierra, con buena madera y teja en la techumbre; una buena entrada con sus puertas y cerradura.
Le habían mandado al comendador don Íñigo Manrique de Lara que hiciera una parte baja para bodega y otra alta encamarada para el grano; pues bien, no la había hecho doblada, la parte de cámara, todo lo largo de la casa, no la había construido.
Los reformadores lo dejaron estar, pero mandaron al comendador en la persona de su procurador, Antón García de Ayllón, que, en su lugar, construyese delante, y a todo lo largo de la casa, un portal en colgadizo(1), donde, en uno de sus extremos, debían de poner un lagar con su pila, para pisar la uva y recoger el mosto, y en el otro extremo unas tinajas para guardar el diezmo del vino.
De este modo, en el interior del edificio se pondría el grano en sus correspondientes trojes, y en el exterior, en el nuevo portal a colgadizo que se hiciese, las tinajas con el vino y el jaraíz con su pila. No era una solución buena, cualquier labrador lo sabe, porque el grano siempre se debe de poner en alto para que esté aireado y seco, de modo que no tome humedad y pueda fermentar.
(1) Un portal en colgadizo se hacía poniendo un tejado que se apoyaba en un extremo sobre una de las paredes de la casa, mientras que el otro apoyaba sobre columnas o pilastras de madera o yeso. Construcción típica de la Mancha Santiaguista.
Por ende, en conpensaçión de la dicha cámara, mandaron al dicho comendador, en presençia del dicho Antón de Ayllón, su mayordomo e procurador, que delante la dicha casa, haga un portal a colgadiso, sobre sus pilares de yeso, e que sea de largor de la dicha casa. E que se le eche su buena madera, e su teyllo, e su teja. E que, al un cabo, se haga un xarahíz, con su pila en que se pise la uva del diezmo. E al otro cabo estén tinajas para el vino. E que esto que lo haga dentro de nueve meses primeros syguientes, en vertud de obidiençia.
Horno de poya
Este horno de cocer pan pertenecía a la encomienda. En la anterior visita encontraron que necesitaba ciertas reparaciones, cuales eran: hacer un nuevo arco, ponerle sus puertas de entrada y arreglar los poyos. Se había hecho el arco y puesto las puertas, pero los poyos seguían muy destartalados; dieron nuevo plazo hasta el día de Todos los Santos para que se reparasen.
Actualmente lo había tomado el propio concejo de La Puebla de su mano; había hecho una iguala con el comendador por la que le arrendaban el horno a cambio de 20 fanegas de trigo.
Rentas del Maestre
Pertenecía a la Mesa Maestral el pedido ordinario de la dicha villa, que estaba valorado en 900 maravedís anuales, más los diezmos de pan de los labradores que labraban en Palomarejos (Palomares).
Dedicado a mi querido amigo D. Ángel Sepúlveda
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